El Palenque

Fredman comenzando explicación

El pueblo se llama San Basilio de Palenque. P. Lauro lo llama El Palenque de San Basilio. Nos dio la bienvenida un hombre rudo con un libro de historia de Colombia en la mano. Fredman nos explicó un monumento que hay en la plaza del pueblo en honor de Benko Bioho y la historia de los palenques. Refugios de esclavos, lugares de vida para los negros que venían de África a trabajar en América. Palenque significa: corral de negros. En principio pensé que era lo más fuerte que había oído nunca al asimilar negros y animales. En mi pueblo corral está relacionado con el lugar donde están los animales necesarios para el sustento o la labor en el campo. En el corral están las gallinas, la burra y las vacas. Sería sinónimo de establo. Luego en casa de Yayita pregunté por esto y me dijeron que se refiere a la valla de troncos que delimita la parte, normalmente trasera, de la casa donde se cocina. Ese tipo de empalizada de troncos es propio de los lugares donde vivían los negros y de ahí el nombre. Corral era lo delimitado por esa valla y no era el lugar de los animales como sospeché. Nos explicó la situación de los distintos palenques que hubo en Colombia y con algún desfase histórico nos fue dirigiendo a la gran verdad sobre este pueblo colombiano: fue el primer pueblo declarado independiente. No pudieron conquistarlo, no pudieron hacerse con él los poderosos españoles. Están orgullosos de ello, quieren hacer de eso una manera de vivir. La verdad es que en algunas cosas las gentes, las construcciones, las formas recuerdan a África. Los rostros de los hombres y mujeres, el color de la piel hace que este lugar tenga identidad propia. El palenquero habla también un idioma propio protegido por la UNESCO según me han contado, eso les lleva a valorar lo que son y su identidad propia. Es el kikongo.
D.ª Mónica Reyes

Después de visitar la iglesia nos trasladamos a casa de Mónica Reyes, comadre del P. Lauro. Recuerdos inolvidables en las dos. Mujer mayor, madre de ocho hijos, a punto de morir en el primer parto a los dieciocho años. Tiene ochenta años, cinco de sus hijos han estudiado en la universidad. ‘yo no necesito escribir… cuando lo necesito se lo digo a mis hijos’… dijo esto mientras nos enseñaba su cartilla de la escuela, estaba aprendiendo a escribir. ¿Por qué va?, le pregunto Lauro. ‘Muy sencillo para dar ejemplo a otros’. Desee morirme, quiero llevármela conmigo a mi colegio, tiene que formar parte del equipo de orientación, ella dará una tutoría entera. Una casa pequeña con un gran patio, donde cocina. Nos enseña una foto de la primera misionera que acudió al pueblo, Rita, todos los días le pido nos dijo. Nos vamos, el sentimiento aprieta. ¿Dónde están estos mayores en mi mundo? ¿Dónde los tengo que no los veo? Tienen que existir, me niego a creer que no existen.
Senén y su señora

Salimos hacia la escuela. Las calles son caminos, los cerdos aprovechan los últimos charcos de la lluvia de ayer,  se revuelcan en ellos, están en su salsa. Pasamos por la casa de Efren y su esposa. Un saludo de Lauro y salen a nuestro encuentro. Abrazos, risas, miradas, emociones… no entramos llegamos tarde. Son personas queridas por el pueblo, mayores que se han convertido en referente de la tradición, de la vida, de lo que significa El Palenque: músicos, familia abierta, referente cultural, salvaguardas de la lengua y de la tradición. Seguimos hacia el colegio. Se oye mucho ruido. El patio está lleno, son los más mayores. Los profesores están por el patio, saludan a Lauro y a todos nosotros. No parece que haya buen ambiente de estudio y de trabajo. Pero es mi sensación. Nos encontramos con una profesor joven, se llama Bernardino.  Habla de la cultura de su pueblo, de la posible participación en la feria de Guadalajara (Méjico) con algún proyecto relacionado con la lengua. No me voy contento del colegio hay mucho desorden, mucho ruido, nadie en clase: unos oyendo música con el móvil, una joven arreglándose las pestañas, dos profesores ligando, una profesora corrigiendo de pie, un vigilante no deja entrar a nadie en la biblioteca…  Un poco de caos, para mi gusto.
Partimos hacia casa de Yayita. Un auténtico encuentro con el pasado. Quiere a Lauro, lo recibe como si fuese de casa toda la vida. Un mujer referencia de lo que se hace y vive en el pueblo. ‘En este pueblo hay cultura, hay preparación pero se van’. Nos cuenta como cuando eran jóvenes nadie les contó nada de sus raíces. Fue el P. Lauro, sus compañeras de comunidad quien comenzó a leerles la historia del pueblo, la historia del Palenque. Una historia de lucha, de libertad, de liberación, de amar lo que uno es, de defenderlo, de colocarlo ordenadamente en la vida… Lauro cuenta como leían a los grupos la historia aparecida en ‘Alternativa’ revista de izquierdas en el año 76. Una historia que ha culminado en la defensa de la cultura e idiosincrasia de este pueblo. Cuenta una cosa muy significativa de la mujer del Palenque que me impactó. Son mujeres que comercian, que hacen dulces, que venden, que recorren kilómetros para ganarse el sustento, suyo y el de su familia. Unas mujeres que no son asalariadas de nadie, que son libres, que gozan de la libertad. Ellas son sus jefas. Una segunda característica es que nunca van solas, que siempre van con otro u otra del Palenque. Vuelven los de Palenque pero solo para la fiesta, solo para casarse. En plena conversación llego Raúl, hermano de Yayita. Un hombre robusto, alto fuerte, inmenso. Habla en kikongo para ver si Lauro se acuerda de algo. No hay prisa, aprieta el sol, estamos bien.
La última visita fue a la casa de la cultura. Una construcción moderna, con biblioteca, salón multifuncional y estudio de grabación. Unos jóvenes están ensayando una obra de teatro, dos niños una monitora repasan la lengua propia, unos ancianos esperan su ración de comida en la cantina. Nos despedimos y nos vamos.
Yayita

Me he extendido demasiado. Varias cosas para la reflexión. En primer lugar el carácter multiétnico de esta zona de Colombia, de toda Colombia. El orgullo de la identidad, de la cultura propia, de lo que da valor a lo que soy. La fuga de líderes, la ausencia de referencia de jóvenes preparados que hagan crecer a la comunidad, que asuman la guía de la misma, también se planteó en el ámbito de lo religioso hablando de Lauro y su grupo y cómo los echaban de menos y necesitaban. Lo peligroso que es vivir de la cultura a corto plazo, cómo se pude agotar y comercializar con eso sin profundizar, sin reflexión, sin profundidad. Por último la realidad afro como algo incuestionable y determinante en propuestas de pastoral.
Hoy ha sido más crónica que experiencia pero me gustó este pedacito de África que hay en Colombia, o esta Colombia africana que he conocido. Libertad y cultura: que dos grandes palabras para cambiar el mundo. 

Comentarios

Julián ha dicho que…
La verdadera enseñanza creo que tiene que llegar del pueblo, de aquellos que han luchado por los demás, desde abajo. Sigo con envidia tu viaje por la cantidad de cosas que estas apendiendo, sobretodo del último, del pobre, y de aquel que vive con el. Gracias.

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