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Mostrando entradas de septiembre, 2013

Trasmitir vida

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Es una suerte estar rodeado de portavoces, anuncios, reclamos, locutores...DE VIDA. Jóvenes que quieren ser felices con Él. La mejor, y con mayor sentido, es la VIDA que pasamos con Él. Un privilegio este fin de semana.

Preguntas ineludibles

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Sin miedo ¿Quién es Jesús para ti? (Lc 9,18) ¿Cómo le llamas? ¿Qué relación tienes con Él? ¿A qué cosas de tu vida le invitas? ¿Qué le cuentas? ¿Cuándo le escuchas? ¿Qué lugar tienes reservado para Él en tu casa? ¿Cómo le hablas?¿Decidís juntos?... Son preguntas ineludibles. Recuerda: según sean tus respuestas… así será tu vida, tu seguimiento. Él.. ¿qué dice? Que da su vida por ti.

Admirar y algo más

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Embobado de si mismo Herodes estaba admirado de lo que le contaban de Jesús. Se preguntaba quién era ese hombre y quería verlo (Lucas 9, 7-9). Nosotros como Herodes podemos caer en una admiración, en un querer verle y no hacer nada. Conformarnos, como hombres de fe, en la admiración, el asombro, la exaltación y quedarnos quietos, sin movernos. Podemos desear verle y encontrarnos con él, descubrirle, estar a su lado, sentirle cerca y hacerlo esperando sentados, llenando bancos y bancos de ‘esperadores’, de pequeños ‘herodes’ de nuestro tiempo… La fe es otra cosa que admirar y desear ver. Creer en Él es seguirle. Nada de quietos, nada de admiradores en la distancia, de ‘esperadores’ profesionales. La fe es seguimiento, salir a la calle y buscar entre los cartones, en los márgenes donde han echado a los ciegos o los que nos ‘sirven’, en los caminos donde están lo leprosos de este mundo porque no encajan en él… es allí donde podemos verle, sentirle, encontrarnos con Él . Admirarle

Palabras del Papa Francisco a la Orden

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Al Reverendísimo Padre FERNANDO MILLÁN ROMERAL Prior General de la Orden de los Hermanos de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo. Me dirijo a vosotros, queridos Hermanos de la Orden de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo, que celebráis en este mes de septiembre el Capítulo General. En este momento de gracia y de renovación, en el que sois convocados para discernir la misión de la gloriosa Orden carmelita, deseo ofreceros una palabra de ánimo y de esperanza. El antiguo carisma del Carmelo ha sido durante ocho siglos un don para toda la Iglesia , y todavía continúa ofreciendo hoy su particular contribución para la edificación del Cuerpo de Cristo, mostrando al mundo su rostro luminoso y santo. Vuestros orígenes contemplativos provienen de la tierra de la epifanía del amor eterno de Dios en Jesucristo, el Verbo hecho carne. Mientras reflexionáis sobre vuestra misión como carmelitas de hoy, os sugiero que consideréis tres elementos que pueden