Una oportunidad

A veces en la vida se presentan cosas que son auténticas oportunidades. No sabemos porqué un tren pasa a nuestro lado, nos sacan el billete porque estamos esperando, nos sentamos en el mismo y descubrimos que es una oportunidad de llegar al destino que andamos buscando. A lo largo de la vida han pasado muchos trenes, nos hemos subido a ellos y, algunas veces, bajado antes de tiempo. No miramos bien el billete y sin llegar al final de trayecto nos bajamos, creemos que era nuestra estación, que ese tren no era el mío, que el viaje era demasiado largo o que la compañía no es buena. A esto unimos la certeza, no siempre basada en la realidad, que habrá otro tren en esa u otra dirección y que lo podremos tomar con la misma facilidad que el que acabamos de dejar. Tener una oportunidad en la vida es una gracia, un regalo, una suerte. Aprovecharla es un deber y una responsabilidad. Estar sentado en el tren, tener el billete, conocer bien el trayecto y bajarse en el momento oportuno, en la estación de destino, es ‘hacer’ las cosas bien.

He descubierto durante este viaje, que está terminando, un proyecto con dos nombres diferentes que es una auténtica oportunidad para los jóvenes de Arjona, para algunos de los alumnos/as de María Eugenia Velandia. Es el de las casas de escucha y acogida Isidoro Bacanja y Teresita de Jesús. Son dos casas tuteladas por la comunidad carmelita y, con presencia de un educador en cada una de ellas, donde doce chichos (Bacanja) y doce chicas (Teresita) tienen la oportunidad de vivir durante su periodo de estudio del bachillerato (de 12 a 18 años). Es un tren pequeño pero una oportunidad maravillosa. El objetivo no es tanto académico como de ‘normalización’ del ambiente donde esos jóvenes se mueven, donde viven cada día. Bacanja y Teresita se convierten en referencia de su vida: formarse en comunidad, alejarse de los ambientes desestructurados en los que se mueven, disponer de una alimentación adecuada, ser acompañados en su toma de decisiones en la adolescencia, recibir una formación en valores que complemente su educación, crecer en la fe y estudiar con mayor facilidad. Los dos centros son un grano de arena diferente en el montón de tierra que es la juventud de este pueblo. Es un pequeño tren, quizá muy pequeño, pero maravilloso.
He podido compartir un poco con ellos. Son adolescentes y por lo tanto la relación con ellos no es fácil para mi, ni aquí ni allí. Son mayores y se comportan como niños, son niños y los vemos como mayores, están bien y al momento se desmadran. Con los chicos estuve cenando, algo complicado, no hablaban mucho, después de cenar pudimos hablar un poco pero estaban más interesados en otras cosas (calle, televisión, bromas entre ellos…). Duró poco nuestro encuentro. Una pena, no supe acercarme a su realidad, preparar mejor el encuentro y ser paciente. Con las chicas fue diferente. Me invitaron a desayunar: plátano, huevos revueltos, queso, pan, café con leche… Casi un almuerzo. Nuestra conversación duró más de hora y media, no sé si porque quisieron o porque al no levantarme de la mesa tuvieron, por educación, que aguantarme. Salí contentísimo.

He tenido con todos otros dos momentos más de encuentro: una celebración de la Eucaristía con la comunidad, vinieron todos, se celebra los jueves y la participación de todos ellos en la misa del sábado en la iglesia en memoria de la Virgen del Carmen a las seis y media de la mañana. En esta celebración las niñas habían preparado un dulce de leche para vender y sacar unos fondos para el centro. Con todos ellos informalmente me encontré en el colegio: unos haciendo gracias y risas, otras preguntando y mostrando su amabilidad. La adolescencia lleva dos procesos distintos según el sexo, dos velocidades y dos centros de interés diferente… que le vamos a hacer. Las niñas este último sábado tuvieron una idea maravillosa, una campaña de higiene y limpieza de cabezas de todos los niños que viven cerca de su casa: los invitaron, los lavaron, los despiojaron y organizaron una fiesta con ellos. Una maravilla. Pude asistir al final de la misma y compartir un plato de arroz con ellas y su educadora.

El tren es maravilloso. ¿Cómo hacer conscientes a los pasajeros que están sentados en el tren adecuado? Hace falta también un buen conductor, un acompañante con ánimos, paciencia y los objetivos claros. El tren no se mueve solo, hace falta combustible y unas buenas vías para desplazarse. No es alta velocidad, no tiene unos asientos cómodos, no está terminado de pintar y acondicionar, pero ya camina, ya se mueve, ya lleva los primeros viajeros desde hace un tiempo. 

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