Sentir


Es una bendición tener la capacidad de sentir y que complicado resulta después explicar lo que uno siente. Sentir fue una de las propuestas que me traje de España. No es nada fácil dar razón de una lágrima de alegría. No me pidáis tampoco, que os diga porque el cabello de mi antebrazo se eriza en una Eucaristía. Hay momentos en que desearías que el tiempo se parase, de esto ya he hablado más veces. ¿Por qué? Sólo diría que ese era el momento, sin saber argumentar los motivos para pedir que el segundero de todos los relojes del mundo se detuviese. Esto es sentir algo, esto creo que suele pasar cuando una persona se enamora. En ocasiones una brisa de mar en compañía hace latir de tal manera el corazón que no se puede uno parar. Esto es lo que he vivido en algún momento aquí en Colombia. Es puro sentimiento, no quiero racionalizarlo, no deseo pasarlo por mis argumentos o pensamientos ‘ordenadores’ de las cosas (es tan difícil vaciarlos en ocasiones de lo auténtico y llenarlos de la negatividad, del ‘no puedo’, del miedo…). El sentir se queda ahí, como una pequeña cicatriz maravillosa en un lugar del corazón, para pasar la mano sobre ella muchas veces y hacer presente aquel encuentro, aquel abrazo, aquella mirada… que parece que pasó en otro lugar y en otro tiempo pero vuelve hacerse realidad tras la caricia sosegada y querida sobre la señal primera que dejó en nuestro interior.

Cuando uno elige un proyecto de vida tiene un ideal, algo maravilloso que quiere conseguir, que desea alcanzar. En él hay una parte de imaginación que rápidamente pierdes al conocer la realidad de la cosa, del proyecto, del compromiso. También en la vida religiosa y en el ministerio sacerdotal pasa. Es una de las primeras crisis que se pasan. Algunos se paran ahí y no saben seguir. En ocasiones tienes la sensación que aquello que imaginaste vuelve, se hace realidad y existe. Son pequeños remansos de paz en el proyecto de vida. Estos momentos no se pueden planificar ni luego racionalizar para que se puedan repetir. Hoy, ayer, estos días he tenido algunos de estos momentos de sentir… de sentirme feliz. No han sido muchos ni pocos. Han sido.
Fuimos a celebrar a un ‘pueblito’. Era la fiesta de su patrón: San Rafael de la Cruz. No sé si existe este santo. La imagen era la de un arcángel (San Rafael) con un pescado entre las manos. Nunca lo había visto, cosa normal ya que no reparo en estas cosas. En mi fe esto de la iconografía e imaginería tiene una importancia muy muy relativa. La cita era a las cinco. Llegamos diez minutos antes. Estaba la capilla cerrada. Fuimos a buscar la encargada (no sé porqué pero los encargados de las iglesias siempre son mujeres… ¿cuándo podrán ser las encargadas de la Iglesia?, solo queda un pequeño salto: ponerle mayúsculas a la palabra). No había prisa. Nos sentamos con una familia a la puerta de una casa al lado de la capilla. Nos sacaron unas sillas, no había problema. Pasaron muchos niños, se acercaron, nos hicimos fotos… No venía nadie y nos fuimos a dar una vuelta. P. Lauro saludaba a todo el mundo. Unos niños que le llamaban, un joven que salía de su casa al verlo pasar. Una madre intentando dar de mamar la niña pequeña y que nos invitó a entrar para ver como su casa se está cayendo. Una familia sentada la puerta de su casa: la abuela que es madre de algunos de los que juegan, la hija que es madre de otros que corretean medio desnudos. Un señor sentado la puerta de su ‘puestecito’, un joven cortando el pelo a un niño. Cada uno con su tarea, con su poco que hacer. 

Convertimos el paseo en una procesión de niños, unos andando otros con bicicleta. ‘Aquí después de casi treinta años empieza a haber posibilidades de fundar una pequeña comunidad, quizá no de base, pero si una comunidad. Hay personas que tienen interés y capacidad de aglutinar la reflexión y tomar le liderazgo del ‘pueblito’, lo vamos a intentar’. Todos a los que encontramos son invitados para acudir a la celebración. Todos responden que si. Llegamos a la capilla, no hay prisa. Las señoras están sentadas a la puerta esperando. Nos sentamos con ellas. Hay niños jugando en la capilla. Han puesto las sillas, han encendido velas para el santo. Están esperando. Casi no viene gente, hemos encontrado mucha, han dicho que vendrían pero no vienen. Empezamos al lado de la comunidad, al mismo nivel, entre ellos. Lauro lo orienta todo de maravilla: qué hacemos aquí, qué vamos a pedir, quien es el importante. Cantamos, hablamos, leemos la palabra… todo sin formalismos… lo más formal nuestras albas que creo que sirven fundamentalmente para delimitar un poco el espacio entre la charla y la Eucaristía. Evangelio, explicación, peticiones (improvisadas, espontáneas, reales, próximas…). El momento de la paz, auténtico momento de fraternidad. La paz es algo muy importante en Colombia, es algo que verdaderamente marca la realidad de este país, un deseo permanente entre todos los asistentes a la misa ya que muchos de ellos han sido desplazados de otros lugares del país por causa de la violencia, del narcotráfico, de la guerra. Jolgorio, abrazos sinceros, sonrisas. Después la comunión con pan y vino, canto. Todavía había una sorpresa: un largo momento de silencio hecho por todos para hablar con Jesús. ¡¡Increíble!! Hasta los niños que han estado jugando todo el rato lo han hecho. No se puede pedir más. ¿Qué sentí esta tarde? Lo que os he contado: algo que no tiene explicación, parte de un mundo maravilloso que es lo que delimita la dignidad de la persona sin preguntar quién eres, cuánto ganas, de dónde vienes, qué haces aquí, cómo vistes, qué comes o qué me das. El P. Lauro no llevaba ni dinero, para comprarle los últimos guineos a Ester le presté un poco de mis pesos.
Pasó la tarde y sé que Él estuvo por allí toda la tarde, nada me preocupó, nada me angustió, nada escondió tras las nubes ‘el Sol que nace de lo alto’. Estuvo cerca. 


Comentarios

Julián ha dicho que…
Creo que la verdadera y única forma de vivir actualmente el Evangelio es esa: fomar pequeñas comunidades donde, sin formalismos, todos se sientan acogidos y que transcienda la misma comunidad, preocupándose por aquellos más necesitados.
LO QUE SIENTO ha dicho que…
Adelante. Sin miedo, sin pausa. Cuenta conmigo, yo ya estoy contando contigo. ¿Puede hacerse en nuestro entorno? Creo que es cuestión de atreverse. Un abrazo.

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