Los comedores


Los comedores son espacios donde los niños, alrededor de las doce del mediodía, acuden a comer. Son espacios abiertos donde un grupo de mujeres se organizan para hacer la comida a esos niños. En la zona de la parroquia San José Obrero de Arjona, donde vivo estos días, que atienden los Carmelitas hay cuatro: Los Laures, Las margaritas, Las parcelas y El limonar. Dos de ellos, llamados Kilombos, fueron proyectos en los cuales Karit-solidarios por la paz  ayudó en su construcción. Kilombo es Palenque, es lugar de libertad, de lucha, tierra de resistencia para una vida digna. Son lugares extraños, vacíos de vida en las horas previas a la comida. Silas y mesas sin nadie, mobiliario funcional de aspecto poco cuidado y desordenado. Le falta algo, le falta la vida, le faltan los niños.

Unas mujeres están cocinando, casi han terminado. En Las margaritas llegamos y ya está hecho el arroz. Un poco de pasta (espagueti) con atún y un trozo minúsculo de pollo para cada uno. ¿Está es la comida?, pregunté. Si, es suficiente y a los niños les gusta. Mil imágenes pasaron por mi cabeza… platos enteros devueltos sin tocar a cocina en comedores escolares, bocadillos de nuestras papeleras del patio sin desenvolver, sobras que se desperdician por haber comido antes o no avisar de no estar a la hora de la cena. Las imágenes de después todavía hicieron que estas dejaran de ser en un blanco y negro de mi vida cotidiana y se colorearan para escarnio de mi conciencia, para iluminar mi privilegio ante el tribunal de la austeridad, el compromiso social y la construcción de un mundo más justo.  No salí bien parado de la acusación de un fiscal de diez años, desnutrido, con la cara blanca, la cuchara en una mano y comiendo a toda prisa aquel manjar que yo hubiera despreciado hace una semana. Contuve mis ganas de gritar. No puede ser que esto esté tan mal repartido. No puede ser que yo tire y ellos no tengan. No puede ser que de un olla para cien nosotros solo comamos veinticinco. No puede ser que todo esté tan injustamente repartido.
Los niños van llegando, se sientan y las mujeres encargadas de ese día les sirven. No gritan, son educados, traen su baso y su cuchara muchos de ellos. Se sientan, esperan a sus amigos. Esperé en la puerta de uno de los kilombos con José Enrique, sentado en el suelo a la sombra de un árbol. Estaba esperando a sus amigos y para pasar a comer. Estaba contento, había ido al colegio por la mañana y venía todos los días. Me dio vergüenza preguntarle si era la única comida. No lo sé. No quiero preguntarlo tampoco en la comunidad. Creo que mi conciencia no lo llevaría bien. Las mujeres se organizan por turnos, ellas son las que gestionan el funcionamiento del kilombo. Esta parte es muy importante ya que es la comunidad la que conoce la realidad y la que debe asumir esa tarea comunitaria. De esta manera el espacio también se puede dedicar a otras actividades comunitarias, reuniones, talleres de formación, fiestas, encuentros de líderes… Los alimentos, o parte de ellos, los traen de un banco de alimentos de Cartagena. Llegaron a la parroquia por la tarde y los encargados de los comedores vienen a buscarlos.

El tercero que visitamos fue Los laureles. Están haciéndolo nuevo con una ayuda del SENA (Servicio Nacional de Aprendizaje) ya que están enseñando a construir a un grupo de jóvenes, sus prácticas son la construcción del comedor. Está bastante adelantado, dijo la coordinadora de las mujeres. ¿Dónde comen los niños? Pregunté. En la casa de enfrente, en casa de D.ª Sira. Fuimos y nos encontramos con cincuenta niños sentados en el suelo, con el plato en una mano y con la cuchara en la otra, comiendo sin levantar la cabeza. Calor, moscas, mocos, un loro, los perros, las mamás de los más pequeños ayudando, sudor… La sensación de no haber querido ir allí estaba todo el rato presente. No debería haber venido, no tengo palabras que decir, no sabía sacarles una sonrisa a los niños o a sus madres. Hice unas fotos para poder contarlo cuando vuelva. Tenía la sensación de mirar para hacer una foto y luego torcer la cabeza y pensar que no va conmigo. Es increíble que pueda quejarme de las cosas que tengo, es increíble que todavía pueda desperdiciar comida. Sé que comiendo menos no lo voy a arreglar, pero si que sé que debo aprovechar al máximo mis oportunidades de ayudar, de comentar, de formar.

La comida es el principio de algo más. La dignidad es el fin a conseguir recuperar. La fraternidad, el proyecto. El darse el resultado del amor. El otro, el protagonista. Los privilegios, el camino y la herramienta que tenemos para cambiar el mundo. El yo, quien toma las decisiones. La vida la que se gasta. El pobre el hijo de Dios. Los últimos serán los primeros. 

Comentarios

Nieves ha dicho que…
"No puede ser que esto esté tan mal repartido"... Tú lo has dicho. Siempre lo decimos... Riqueza?? Hay suficiente para TODOS. El problema?? Que está INJUSTAMENTE DISTRIBUIDA!!
Esa es la cuestión.
Quizás desde nuestros "privilegios" debemos no callarnos, debemos alzar la voz por los que menos tienen, debemos hacer realidad eso de "CON POCO...MUCHO", que significa poner nuestro granito de arena, no dejar de hacer todo aquello que está en nuestra mano para que esto cambie.
GRACIAS AMIGO por tus crónicas, tus experiencias, tu compartir... Un abrazo, Nieves.

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