La misa del domingo

Primeras comuniones en Puerto Badel

Eran las seis y media de la tarde. Había estado hacía un rato en la plaza del pueblo (Arjona) y coincidí con los preparativos para el cierre de campaña electoral. En la sacristía había más de diez monaguillos, chicos y chicas. La iglesia se iba llenando. El P. Lauro avisó de la hora, hay que empezar. Entramos por el final de la Iglesia. Todo estaba preparado: la cruz, los acólitos con velas, los cuatro sacerdotes revestidos… Comienza la procesión: palmas, música, alegría, gozo… la fiesta ha comenzado. Lauro me presentó como carmelita, miembro de Karit, colaborador de muchas de los proyectos que se están desarrollando en el Colegio María Eugenia Velandia, en la Parroquia. Continúo la misa…. una auténtica fiesta.
Niño y su familia acercándose a la misa
de su primera comunión en Puerto Badel
No hubo nada de especial, nada extraordinario, nada distinto… pero fue diferente. ¿Por qué? No lo sé. Estoy dándole vueltas a la rueda de molino buscando una razón. No sé porqué sentí otras cosas, se me hizo más vital, fue más cercana a mi vida, me sentí ‘más’ sacerdote, viví otras cosas que no vivo en otras celebraciones. Tengo algunas posibles respuestas pero no me juego nada por ninguna como explicación de los porqués. Quizá fue por las motivaciones a la hora de celebrar, un país nuevo, una feligresía entregada con lo nuevo, lo que viene de fuera. También he pensado que fue el Evangelio, era muy fácil de explicar, entender y ¡¡ojalá!! de vivir. Al terminar pensé que fue mi atrevimiento de bajar a predicar entre la gente lo que me hizo sentir algo distinto. La sencillez de la comunidad cristiana también pudo ser una de las razones. No me olvido que concelebramos todos los de la comunidad, no es lo mismo la soledad que la comunidad. El momento de la paz donde la asamblea se convierte en un abrazo total, en un recreo de verdad dentro del formalismo que la liturgia impone, en este momento el altar se llenó de niños abrazando a los cuatro sacerdotes. La atención y respuesta que los fieles dan a lo que estas celebrando ayuda a vivir con intensidad el momento. Recibí muestras de complicidad durante la homilía que me será difícil olvidar. El silencio en lo momentos clave de la celebración y la participación libre y espontánea en otros momentos. La música bien preparada que ayudó a cantar a toda la asamblea.

Una auténtica fiesta con Jesús, una acción de gracias permanente, una fracción del pan intensa y comulgada en la unión con Cristo, una mesa compartida y vivida… sacramento, momento privilegiado de encuentro con Dios.
Imagen de una familia a la puerta de su casa en Rocha
(Las fotos nos son de la misa, no hice como comprenderéis) 

Comentarios

Julián ha dicho que…
Entiendo perfectamente tus sentimientos en esa celebración... Cuando tuve la suerte de estar un verano en El Salvador, como cooperante, pude experimentar como la fe se vive de otra forma (fuera de formalismos), en las celebraciones de la Palabra y las Eucaristias...

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