Adviento y Navidad
Todo comenzó con una promesa. Una promesa que se hace realidad, el que la hace es fiel, no falla, siempre la cumple. Es la promesa de un Niño, de un ‘brote nuevo’ en el tronco viejo de la historia, de Alguien que nacido de mujer cambiará el mundo. Es pequeño, anunciado por los profetas al pueblo cada vez va tomando más fuerza, más importancia. Es nuevo lo que se promete, la justicia se hará realidad y el Encuentro imposible será vida, las señales que hay en nuestra realidad que muestran la ausencia de Dios cambiarán. Todo será nuevo, diferente.
Esta promesa sólo necesita de nosotros la aceptación, la espera y la mirada. Es una promesa de Él, de quien ama profundamente a la humanidad, no puede causar daño lo prometido por el Amor. El protagonista es Él, sólo Él. La acogemos con gozo, sabemos de su fidelidad eterna, de su misericordia entrañable y de lo mucho que nos conoce y ama. Desde el momento de nuestra acogida comienza la espera. Es una espera de cierta inquietud, de movimiento y vigilancia. No podemos permanecer quietos ante tanta grandeza y bondad. La espera se convertirá en esperanza cierta, es decir, en la seguridad de saber que llegará el encuentro, el abrazo y la presencia. Tenemos que mirar, es nuestra misión, mirar bien, no perder ojo, lo dice el profeta Jeremías. ‘Mirad…’ allí dónde Él puede nacer y hacerse realidad. La mirada llama a la atención plena en nuestro mundo, donde vivimos y somos. Es aquí donde la promesa se hace realidad.
Quiero sugerir cuatro palabras, que son propuestas de acción, para este tiempo de preparación y esperanza. La primera palabra es vigilar. No podemos dejar de mirar fijamente la realidad, de buscar el lugar y el corazón donde la promesa se hace realidad, la vigilancia requiere romper todo aquello que nos tiene con los ojos cerrados, que nos hace permanecer ciegos ante una realidad que necesita esa promesa de justicia que anuncia el profeta. La segunda palabra es esperar. No se espera sin más a Alguien al que se ama. Se espera con la inquietud de corazón, con el ansia de encuentro, con el deseo de acercar el momento. La espera activa es aquella que crece en el deseo de adelantar el momento, de gozar ya de la presencia ante la inminencia de la misma. No es una espera vacía y fría, es una espera llena de la seguridad y el calor de lo que es cierto. La tercera palabra es acoger. Acoger es dar un abrazo. Abrir los brazos, acercarte al otro, dejar sitio, mirar a los ojos, acercarte hasta tocarle, cerrar los brazos y dejar que el otro forme parte de ti. Así es la acogida que tenemos que hacer con el Señor. Él también abre los brazos, también se acerca, nos mira a los ojos, cierra sus brazos para tenernos en el corazón. La cuarta palabra es cambiar. No podemos vigilar, esperar y acoger si no cambiamos alguna de las cosas que pasan en nuestra vida. Cambiemos el miedo, sabemos que Él está con nosotros. Dejemos las dudas, Él nos quiere como somos. No nos dejemos atrapar por el cansancio, sabemos que Él es el que nos sostiene. Nada de tristeza, a quien esperamos es nuestra alegría.
La Navidad es la Promesa hecha realidad y presente en medio mundo. Un niño nos ha nacido, algo nuevo comienza. El encuentro es posible, real, maravilloso. Es ‘Dios con nosotros’ para siempre. El adviento nos acercará al momento, nos preparará para gozar del Misterio, para hacer posible el abrazo. La esperanza se hace realidad, el cambio facilitará el encuentro, la acogida convertirá el corazón en portal. Y entonces… ‘Dios con nosotros’, es Navidad.
Publicado en hoja TOC de Vila-real. Mes de diciembre
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