"Tratar de amistad"




“No es otra cosa la oración… sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama” (Teresa de Jesús) 


La santa carmelita, cuya fiesta celebramos el día 15 de este mes, nos propone vivir la oración como una relación de amistad, una relación de encuentro en libertad entre dos que se quieren. La oración es mucho más que unas palabras dichas o repetidas, mucho más que la lectura de la Palabra, mucho más que unas prácticas rutinarias. Teresa de Jesús nos propone descubrirla como una relación personal que hay que cuidar y cultivar. Hay un punto de partida que llena de seguridad y sentido la relación, ‘sabemos (que Él) nos ama’. No es una relación que parte de cero, es Él quien lleva la iniciativa, nos ama primero y hasta el extremo. 

Si la oración es una relación de amistad con Él, y de Él con nosotros, tenemos que entenderla como un camino, algo en lo que se va avanzando cada día. Cada día hay que andar, cada día hay que facilitar el encuentro, cada día hay que dejarle sitio a Él. 

La santa de Ávila indica muchas veces que hay que “estar a solas’ con aquel que es nuestro Amigo. Que sea Él el que ocupe el centro de la vida y de lo que somos. Es necesario que este ‘estar a solas’ necesita la rutina de un encuentro que debe ser buscado, preparado, cuidado, deseado y disfrutado para que sea un momento de que ‘anticipe’ el encuentro y el abrazo definitivo cara a cara con Él. El que busca y quiere  oración, dice Santa teresa, “desea ratos de soledad para gozar más de aquel bien”.

No  tiene que asustarnos la soledad que facilite el encuentro, al contrario, será Él quien la llene, romperá el silencio con su presencia y su Palabra. Tenemos que abrir las puertas de nuestra casa para que Él hable, se acomode  en y con nosotros. Las Moradas, que ella explica y propone, son esos diferentes estadios en los que se encuentra nuestra amistad con Él, son diferentes niveles de encuentro e interiorización donde nos relacionamos con Dios. 

La oración que propone Teresa pasa por la necesaria donación de Él y nuestra. La oración propicia esa entrega, darse, para dejar hueco y que Él lo ocupe. Haciendo referencia a la oración del Padre nuestro nos recuerda que “Venga a nosotros tu reino (donación de Dios al alma) va junto al ‘hágase tu voluntad’ (donación del alma a Dios)” Lo expresa en tres versos de una manera definitiva: “¿Qué mandáis hacer de mí?/Vuestra soy, para vos nací/¿Qué queréis hacer de mí”. 

Este ejercicio personal de encuentro con Dios, la oración, Teresa quiere que también produzca en nosotros una  transformación. Si nuestra oración no nos cambia la  forma de ser, estar y vivir tenemos que dudar de la misma. Se tiene que notar. Orar es cambiar de vida. “Es menester, no sólo orar, porque si no procuráis virtudes, os quedaréis enanas” les dice en un momento a sus hermanas. La oración lleva a la conversión, a una manera de vivir donde Él, el Amigo con quien nos encontramos propone y acompaña. La mejor oración será la que más nos ayude a vivir el Evangelio aquí, hoy y ahora. Esta transformación tiene dos expresiones. La primera es la paz: ‘nada te turbe/nada te espante/todo se pasa/Dios no se muda/… Solo Dios basta” La segunda es el cuidado y el servicio al prójimo, la caridad. “Obras quiere el Señor, y si ves una enferma a quien puedes dar algún alivio… (compadécete de ella) porque sabes que tu Señor quiere aquello”. 


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