Rey y reo
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Hierro y roca (c) Vicent Tena |
C.
Pilato preguntó a Jesús:
S.
- «¿Eres tú el rey de los judíos?»
C.
Él le contestó:
+,
- «Tú lo dices.»
C.
Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la gente:
S.
- «No encuentro ninguna culpa en este hombre.»
C.
Ellos insistían con más fuerza, diciendo:
S.
- «Solivianta al pueblo enseñando por toda Judea, desde Galilea hasta aquí.»
C.
Pilato, al oírlo, preguntó si era galileo; y, al enterarse que era de la
jurisdicción de Herodes, se lo remitió. Herodes estaba precisamente en
Jerusalén por aquellos días.
Herodes,
con su escolta, lo trató con desprecio
C.
Herodes, al ver a Jesús, se puso muy contento; pues hacía bastante tiempo que
quería verlo, porque oía hablar de él y esperaba verle hacer algún milagro. Le
hizo un interrogatorio bastante largo; pero él no le contestó ni palabra.
Estaban
allí los sumos sacerdotes y los escribas acusándolo con ahínco. Herodes, con su
escolta, lo trató con desprecio y se burló de él; y, poniéndole una vestidura
blanca, se lo remitió a Pilato. Aquel mismo día se hicieron amigos Herodes y
Pilato, porque antes se llevaban muy mal.
C.
Pilato, convocando a los sumos sacerdotes, a las autoridades y al pueblo, les
dijo:
S.
- «Me habéis traído a este hombre, alegando que alborota al pueblo; y resulta
que yo lo he interrogado delante de vosotros, y no he encontrado en este hombre
ninguna de las culpas que le imputáis; ni Herodes tampoco, porque nos lo ha
remitido: ya veis que nada digno de muerte se le ha probado. Así que le daré un
escarmiento y lo soltaré.»
C.
Por la fiesta tenía que soltarles a uno. Ellos vociferaron en masa, diciendo:
S.
- «¡Fuera ése! Suéltanos a Barrabás.»
C.
A éste lo habían metido en la cárcel por una revuelta acaecida en la ciudad y
un homicidio.
Pilato
volvió a dirigirles la palabra con intención de soltar a Jesús. Pero ellos
seguían gritando:
S.
- «¡Crucifícalo, crucifícalo!»
C.
Él les dijo por tercera vez:
S.
- «Pues, ¿qué mal ha hecho éste? No he encontrado en él ningún delito que
merezca la muerte. Así es que le daré un escarmiento y lo soltaré.»
C.
Ellos se le echaban encima, pidiendo a gritos que lo crucificara; e iba
creciendo el griterío.
Pilato
decidió que se cumpliera su petición: soltó al que le pedían (al que había
metido en la cárcel por revuelta y homicidio), y a Jesús se lo entregó a su
arbitrio.
....
Según
el relato evangélico, los que pasaban ante Jesús crucificado sobre la colina
del Gólgota se burlaban de él y, riéndose de su impotencia, le decían: «Si eres
Hijo de Dios, bájate de la cruz». Jesús no responde a la provocación. Su
respuesta es un silencio cargado de misterio. Precisamente porque es Hijo de
Dios permanecerá en la cruz hasta su muerte.
Las
preguntas son inevitables: ¿Cómo es posible creer en un Dios crucificado por
los hombres? ¿Nos damos cuenta de lo que estamos diciendo? ¿Qué hace Dios en
una cruz? ¿Cómo puede subsistir una religión fundada en una concepción tan
absurda de Dios?
Un
«Dios crucificado» constituye una revolución y un escándalo que nos obliga a
cuestionar todas las ideas que los humanos nos hacemos de un Dios al que
supuestamente conocemos. El Crucificado no tiene el rostro ni los rasgos que
las religiones atribuyen al Ser Supremo.
El
«Dios crucificado» no es un ser omnipotente y majestuoso, inmutable y feliz,
ajeno al sufrimiento de los humanos, sino un Dios impotente y humillado que
sufre con nosotros el dolor, la angustia y hasta la misma muerte. Con la Cruz,
o termina nuestra fe en Dios, o nos abrimos a una comprensión nueva y
sorprendente de un Dios que, encarnado en nuestro sufrimiento, nos ama de
manera increíble.
Ante
el Crucificado empezamos a intuir que Dios, en su último misterio, es alguien
que sufre con nosotros. Nuestra miseria le afecta. Nuestro sufrimiento le
salpica. No existe un Dios cuya vida transcurre, por decirlo así, al margen de
nuestras penas, lágrimas y desgracias. Él está en todos los Calvarios de
nuestro mundo.
Este
«Dios crucificado» no permite una fe frívola y egoísta en un Dios omnipotente
al servicio de nuestros caprichos y pretensiones. Este Dios nos pone mirando
hacia el sufrimiento, el abandono y el desamparo de tantas víctimas de la
injusticia y de las desgracias. Con este Dios nos encontramos cuando nos
acercamos al sufrimiento de cualquier crucificado.
Los
cristianos seguimos dando toda clase de rodeos para no toparnos con el «Dios
crucificado». Hemos aprendido, incluso, a levantar nuestra mirada hacia la Cruz
del Señor, desviándola de los crucificados que están ante nuestros ojos. Sin
embargo, la manera más auténtica de celebrar la Pasión del Señor es reavivar
nuestra compasión. Sin esto, se diluye nuestra fe en el «Dios crucificado» y se
abre la puerta a toda clase de manipulaciones. Que nuestro beso al Crucificado
nos ponga siempre mirando hacia quienes, cerca o lejos de nosotros, viven
sufriendo.
José
Antonio Pagola
Hoy
queremos cantarte,
uniéndonos
a la creación entera,
un
canto nacido del corazón,
en
las plazas y lugares de encuentro
de
aldeas, pueblos y ciudades.
Porque
tu paso y presencia
traen
la alegría a nuestras vidas
y
la paz a todos los rincones de la tierra.
Estamos
cansados de las canciones militares,
pomposas
y llenas de arrogancia,
que
quieren comprar nuestra voluntad
y
anuncian victoria con un gusto amargo
de
sangre inútilmente derramada.
¡Nosotros
queremos entonar una canción nueva!
Las
canciones religiosas
que
resuenan en los templos e iglesias,
en
otros tiempos tan llenas de fe y vida,
no
atraen y dejan vacíos esos lugares de encuentro,
pues
ya no conectan con nuestros sentimientos.
Tampoco
las que las se oyen concursos y festivales
nos
conmueven y enganchan;
sus
notas, ritmo y letras
no
sintonizan con nuestras necesidades,
pues
nos ofrecen un mundo irreal
en
el que no podemos ser protagonistas.
Llenando
ondas y programas a todas las horas
se
hacen presentes las canciones de amor
y,
aunque sean artículo de consumo diario,
se
marchitan en nuestros labios sus notas
que
se negocian, venden y compran sin pudor.
En
los nuevos templos, salas de fiestas y discotecas,
las
noches de vísperas y fines de semana,
los
disc-jockeys nos invitan con canciones
a
ritmo trepidante y ensordecedor,
a
olvidar fracasos, decepciones y penas.
Y
las canciones populares de fiestas y romerías
parecen
de otro tiempo y cultura,
pues
aunque las cantemos y bailemos,
no
nos proporcionan la vida y el gozo
del
que hablan nuestros padres y abuelos.
¡Nosotros
queremos entonar una canción nueva!
Déjanos
entonarte nuestro canto,
el
canto que nace de la vida nueva
que
Tú nos das cada día y hora.
Déjanos
cantar y bailar,
con
ritmo alegre y fraterno,
el
sentir de nuestra vida,
hecho
canción y danza sin miedos
para
jóvenes, ancianos y niños de pecho.
Unidos
a la creación entera,
a
los pequeños, débiles y pobres,
a
emigrantes, refugiados y sin patria,
a
creyentes, agnósticos, ateos e indiferentes,
queremos
cantarte una canción nueva.
La
canción de la fraternidad y la esperanza,
porque
Tú nos amas,
y
hemos visto y sentido tu paso
por
nuestro pueblo, iglesia y casa,
y
te has dignado pararte y llamar
a
las puertas de nuestras entrañas.
F.
Ulibarri
Este
es el Cordero de Dios, el sacrificio de Dios que nos da la vida
Pasito
a pasito
Rey y reo. Comienzan aclamando y terminan clavando en la cruz.
Admirado y condenado. Ante Jesús se produce la contradicción permanente del ser
humano, amar y odiar, confianza y temor… Comencemos a caminar con Él camino del
Calvario, de la entrega. Aclamémosle como Rey de nuestro corazón, ‘Salve,
Gloria…’ y no dejemos que durante esta semana se quede solo en las calles de la
vida. Caminemos con los que llevan pesadas cargas que les hacen caer y caer,
como Él. Seamos nosotros cireneos de los que son últimos. Desaparezca de
nuestra boca la condena a los hermanos, se muevan nuestros pies para caminar
con ellos, suéltense nuestras manos para ayudarles. Salgamos a las calles para
mostrarle, anunciarle y amarle. Buen domingo.
EQUIPO PASTORAL COLEGIO CARMELITA
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Colegio Virgen del Carmen Onda · Vila-real |
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