Mirada de Misericordia incansable y fie



Quizá esta mañana no hay miradas pero si recuerdos imborrables de alguna de ellas.
Sus ojos no se cansaban de mirar, de dar luz allí donde se acercaba. Luz en un portal que deja pasar la escarcha de la madrugada, luz que no se agota en lo alto de un monte ante hambrientos que la buscan y lo escuchaban, luz en comidas interminables de poner el corazón y la vida encima de la mesa, luz que solo sus ojos pueden dar… era una mirada incansable en la búsqueda de encuentros con el hombre y la mujer que sufre, que llora, que sangra, que no ve o no escucha.
¿Cómo es posible ahogar y agotar una mirada de tanta fuerza? ¿Cómo es posible que pueda agotarse al cerrar los ojos tras unos clavos que atan al madero inerte y elevado que da fin a su vida? No puede ser… su mirada de amor y misericordia era incansable, no dejaba de iluminar, de guiar, de buscar más adentro, más profundo, más al centro… Un día fijó la mirada en los ojos  de un niño e hizo que brillara su cara. ‘Dejad que los niños se acerquen a mi…’ dijo con fuerza. Mirada incansable ante la mujer que tiene sed de agua viva y le promete que no se va a agotar la fuente, que no tendrá más sed. No puede ser que al cerrar los ojos en lo alto de la cruz su mirada misericordiosa e incansable se agote.
¿Quién mirará a los ciegos, a los sordos, a los leprosos… sin cansarse de tocar, de curar, de sanar? Él busca y busca, insiste e insiste… una y otra vez hasta que las miradas se cruzan y nadie es capaz de tirar una piedra al corazón de una pecadora… su mirada misericordiosa e incansable se cruza con la de ella que está asustada…‘vete, no peques más…’ , pero la mirada de Jesús parece decir, ‘y si lo haces, te estaré esperando para mirarte de nuevo, para cambiar tu corazón, para evitar las piedras, para soplar tus pecados escritos en la arena de mi corazón’.
Esta mañana de sábado queremos recordar su mirada incansable y en ella, junto a su mirada fiel, cimentamos nuestra esperanza.
La mirada fiel es una mirada limpia y cercana. Sin tapujos, directa, de las que muestran que  siempre puedes encontrar al que la regala. La suya siempre fue de fidelidad, de la que dan los incondicionales. Nada de dudas sobre nuestra relación, sobre nuestra amistad. Esa fidelidad que no se acaba, que no se agota.
Una mirada que sabían muy bien los que caminaban con Él… Mira con fidelidad al hombre que tiene hambre, da igual los que sean… ¿5000? Yo me quedo, vamos a darles de comer. ¿Qué tenéis? Sacadlo, me quedo con vosotros, haremos que llegue a todos, no pueden volver a casa así. Mirada fiel a la condición humana. Mirada fiel a sus amigos, los de Betania, a Marta, María y Lázaro. Una mirada fiel que ni tiene en cuenta reproches, ni dudas… Fidelidad y amor que son capaces de vencer la muerte. La mirada fiel a los que conoce y ama, a los que se siente unido, y que es capaz de vencer al sepulcro de Betania… ¿será capaz de vencer su propio sepulcro?
Si su mirada fue una mirada fiel es con el Padre. Fiel a su proyecto, a aquello para lo que había sido enviado al corazón de la historia y del hombre. Mira fielmente al Padre cuando cuenta como da libertad, como espera, acoge y perdona al hijo que se alejó. Mirada fiel cuando se retira a orar y cuando enseña. Mirada fiel cuando llora en Getsemaní ante el ‘cáliz que ha de beber’. El amor y la fidelidad sin medida conducen a la fecundidad, a los frutos, a la vida… ¿Será posible está fecundidad en y con Él?

¿Será verdad que esas miradas le hagan revivir en nosotros, entre nosotros?
Era tanta su fidelidad que no puede dejar que todo termine, ¿será así? ¿Podemos confiar?

La inmensidad de su mirada y su ser incansable con la humanidad ¿Puede agotarse? 

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