Miradas en tres días que cambiaron la historia





Una mirada es una posibilidad de encuentro. No hay mirada sin atención, sin profundidad, sin algo que mirar. Es mirando como encontramos. Si dejamos de hablar de cosas, de objetos y comenzamos a hablar de personas descubrimos que la mirada se convierte en reconocimiento y diálogo.
Muchas veces dice más una mirada que una palabra. Mirar es cruzarse con el otro, reconocerle, acercarte en la duda, pararte para no arrollarlo o que no te arrolle. Miar es llenar de sentimientos la expresión. La mirada se convierte en elemento fundamental de encuentro y no nos fiamos de aquellos que la esconden, que la bajan, que la desvían. Muchas veces está tan cargada de peso, de historia, de sentido, de pregunta… que nos cuesta aguantarla o que nos la aguanten.
Mirar es dejar abierta la puerta de tu corazón, una pequeña rendija para dejar que pase, para dejar que el otro se siente al lado en tu corazón, de lo que tú eres. Miramos para crear complicidad y abrazo cuando tenemos atadas las manos o la distancia de lo ‘bien o mal visto’ nos los impide. Somos capaces de transformar la mirada profunda en una mirada perdida más allá de lo que está pasando.
Los ojos que miran con verdad, con profundidad, con sentido… son reflejos del alma, destellos del corazón que late, siente y ama. A veces no hay ni contestar a una mirada, simplemente es devolverla con el corazón abierto y desnudo de lo que uno es para que el otro que te mira descanse, repose o se refresque. No hay respuestas más sólidas y firmes que aquellas que un mirada firme, sin parpadear, con decisión.
Hay miradas que no se agachan, que están fijas en un horizonte nuevo y abierto donde llegar con los pasos firmes en un camino que se va haciendo sin desviarla a los lados y perdiendo, en ocasiones, paisajes nuevos y deslumbrantes pero que frenan la voluntad y la decisión. Miradas llenas del sosiego de lo terminado, del cansancio de la tarea, hecha y concluida y que nos ayudan a descubrir que lo vivido, lo que nos rodea, lo que nos llena y que se convierte objeto de contemplación, de búsqueda de la presencia de Él. Miradas a nuestro interior, con lo ojos cerrados, para gustar lo que somos y hacemos, lo que nos hace únicos, lo que nos da la dignidad de hijos, para que podamos limpiar el polvo del camino que esconde los dorados del verdadero tesoro, tú, yo, los otros….

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