50 años en Dominicana



Estamos celebrando cincuenta años de la presencia de los carmelitas de nuestra provincia Arago-valentina en República Dominica. El P. Rafael María López Melús ha publicado un libro para conmemorar este acontecimiento. Me pidió una reflexión. La quiero compartir en esta ventana que abro muchas veces para airear mi corazón y me cabeza, para compartir aquello que me sale de dentro o me enciende por dentro... Aquello que no deja de dar vueltas en la ruedademolino que mueve y aprisiona mi vida para intentar ser harina que amasar...


1. La consolidación de la presencia. Ha habido muchas dificultades, muchos hermanos que han ido, estado, participado, vivido en la isla y han conseguido, unos con mucho tiempo, otros con poco, hacer que el Carmelo en República Dominicana sea una realidad. Un colegio conocido y que funciona. Un Seminario referencia en la Provincia y formado con el esfuerzo de muchos. La presencia en Santa Teresa es significativa: compromiso con el barrio, las familias..., una pastoral diferente.
Quiero resaltar el proyecto de Sabaneta como lucha y presencia entre los últimos, entre los que necesitan compañía. Me hubiera gustado conocer Jimaní, hoy famoso por la mucha ayuda que desde allí se ha prestado y se sigue prestando a Haití. ¿Qué hubiera pasado si nuestra presencia allí se hubiera consolidado? Es una pregunta que me hice en cada viaje que realicé. Nadie lo sabe. Es mucho esfuerzo y muchos nombres. Sólo quiero decir que tuve la gran suerte de conocer a Ignacio, de vivir unos días con él durante mis visitas; doy gracias a Dios por él. Creo que ahora es el tiempo de los dominicanos, de los jóvenes que se han formado en el Seminario y que son ellos los que deben tomar las riendas de un proyecto maravilloso. No hay vuelta atrás, deben seguir abriendo presencias, consolidando comunidades desde su idiosincrasia, desde su cultura, desde su pertenencia a la Orden del Carmen en su país. Creo que merecen ser protagonistas de ese futuro que desean.

2. La presencia carmelita. Creo que la presencia carmelita en República Dominicana es de toda la Familia Carmelita. Es una presencia rica en matices de nuestro carisma. Estamos todos, cada una de las formas y maneras de vivir nuestra identidad carismática. Esta dimensión creo que es muy importante para hacer un planteamiento de futuro, un planteamiento rico en diferencias, en propuestas de colaboración, de compartir proyectos y de crecer como Carmelitas en el Caribe. Las Monjas de clausura son referencia de las comunidades donde están. Son lugares de profunda espiritualidad carmelita, son comunidades ricas en la vida de oración, de fraternidad y de servicio. Los obispos de la isla consideran pilares fundamentales los monasterios. La Hermanas de la Virgen María del Monte Carmelo y las Carmelitas del Sagrado Corazón de Jesús son referencia allí y aquí de compromiso con los pobres, de testimonio de servicio en medio del mundo. Desde ONGD Karit-Solidarios por la Paz realizamos proyectos con ellas desde hace mucho tiempo. ¿Y nosotros? ¿Qué hacemos nosotros? ¿Cuál es nuestro lugar? Creo que aprender de estas dos presencias con humildad, estar al servicio de estas dos realidades de nuestra familia puede ser una tarea de futuro. Dejarnos guiar por ellas, colaborar con ellas estrechamente y en unidad... construir fraternidad con ellas. Desde fuera, desde aquí, siempre he pensado que existe un gran proyecto por hacer en común. Es un proyecto de hacer crecer la Familia Carmelita, de crecer en identidad en medio del pueblo. Un proyecto de creación de grupos de laicos, de jóvenes, de voluntarios, de familias…, alrededor de todas las presencias de Carmelitas en la Isla. Creo que sería dinamizador de la vida de mis hermanos, generaría un proyecto propio, donde se vivirían las tres grandes dimensiones de nuestro carisma (fraternidad, oración y servicio) con grupos concretos, reales y vivos de referencia. Serían estos grupos semillero de vocaciones laicas, religiosas y de clausura. ¿Por qué no misiones compartidas, comunidades de vida con las religiosas cerca de los monasterios de clausura?

3. Haití es otra de las cosas que quiero señalar. Existe en la Provincia la tentación de mirar demasiado al Norte (esa parte privilegiada del mundo que nos creemos el centro del mismo), de ser excesivamente conservadores. No conozco el origen de la presencia en República  Dominicana que estamos celebrando, pero estoy seguro de que entonces era arriesgado, que fue peligroso y es todavía ilusionante. Miramos excesivamente al Norte cuando hacemos los planteamientos pastorales, cuando decidimos las presencias, cuando cerramos determinados proyectos para poder mantener otros que nos ayudan a no perder el nivel de vida o el status social. Nos gusta lo consolidado, lo que es seguro, lo que no tiene riesgo... En República Dominicana corremos el riesgo de que siga sucediendo lo que ya sucedió hace unos años. Se cierran las presencias de riesgo, de frontera en el más amplio sentido de la palabra, por mantener otras muy consolidadas que sólo necesitan mantenimiento. Unas y otras hablan de opciones, de miradas y de construcciones de un determinado mundo u otro. Es toda una apuesta de futuro, las vocaciones haitianas, hermanos nuestros que buscan en el Carmelo respuestas, no sólo personales, sino a una realidad que clama gritando ante la injusticia. ¿Por qué no celebrar estos cincuenta años con una presencia en Haiti? Sería todo un detalle de Evangelio para recordar el acontecimiento y celebrarlo. Un compromiso con los 'vecinos' por parte de los hermanos dominicanos, un detalle de los hermanos del Comisariado y una auténtica declaración de intenciones de la nueva Provincia en ciernes. Después de cincuenta años, todavía hay ilusión, no la hemos gastado, la tenemos casi entera.

4. La realidad del Comisariado. Después de seis años de Prior Provincial, tengo unas conclusiones personales, insisto personales, que me gustaría compartir aprovechando esta efeméride. La realidad es variada y con pocas posibilidades, unas reales y otras imaginarias, de comunicación entre las dos identidades nacionales que componen el Comisariado. Creo que Dominicana siempre ha sido la del hermano pequeño, la del que necesita, la del que aporta menos, del que no podría 'ser' sin el hermano mayor... Esta sensación hace mucho daño a un proyecto conjunto de trabajo, de presencia, de futuro. Creo que eso debe cambiar y debe cambiar en positivo. La presencia de las comunidades, de los hermanos debe valorarse en su conjunto, la realidad del Comisariado es una y deben ser los que viven allí los que valoren cuántas, dónde, cómo y con quién deben establecerse las comunidades. Pero todos, no sólo una parte de los mismos. En segundo lugar la apertura del Comisariado a la realidad de América Latina y la presencia, dinámica y con vitalidad que tiene la Orden en ella. Esta faceta, que quizá conlleva un sacrificio económico y organizativo, es crucial para el sentimiento de pertenencia e identidad en la Orden. No sólo la asistencia a encuentros de religiosos sino a aceptar como propios programas de formación, de pastoral, de reflexión... Creo que estas dos realidades del Comisariado, según mi parecer, es importante revisarlas para poder seguir creciendo otros cincuenta años y más.





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