Equivocarse
Estos días hemos oído al Rey
decir: ‘Me he equivocado’. Me dijo un fraile una vez que son las tres palabras
más difíciles de pronunciar, de decir. No es fácil reconocer el error cometido,
nos enseñan a aguantar, sea como sea, incluso nuestros errores. Tenemos que
mantenernos, utilizando otra frase hecha y popular, en los XIII. En otras
ocasiones nos enseñan a cargar el error en las espaldas de los otros. Es
complicado pronunciarlo públicamente, pero también en el interior de cada uno.
¿No? Yo creo que si.
Imagínate que después de dar
muchas vueltas a una decisión, intentando que sea un discernimiento serio, que
no sea de sofá de domingo por la tarde donde el criterio es ‘me gusta o no me
gusta’, (por cierto que no es criterio válido y se utiliza permanentemente en
nuestra sociedad, entiéndase declaraciones del ministro de educación nada más
ser elegido para el cargo, sin haberlo jurado o prometido), has decidido algo
que afecta a tu vida personal que va a cambiar alguno de tus compromisos. No ha
sido un ‘parto’ fácil pero lo anuncias a tus amigos, lo comunicas a los que son
tu familia… ‘voy a dejar…’ ‘he pensado que es mejor…’ ‘creo que cambiando en
esto podré…’ Unos se apuntan a tu decisión y te felicitan, otros te invitan a
iniciar de nuevo el discernimiento. La cosa es no fácil. Soy un hombre fácil y
no sé decir que no. Hago un ‘reset’ y vuelvo a discernir. Preguntas, opiniones,
sentimientos, Evangelio, criterios, los otros, tiempo, intereses… y vuelvo a
decidir y ahora termino decidiendo lo contrario. El proceso es el mismo,
comunicar, decir… y las respuestas las mismas pero los que antes aplaudían
ahora abuchean. El tiempo no corre a tu favor y hay que comunicarlo oficialmente.
Ya está he decidido que…. ¡¡tachán, tachán…!! Unos contentos, otros
indiferentes y los que están en contra, como son amigos y también te quieren,
se callan.
¿Qué pasa cuando a los diez
segundos pasa algo que te hace descubrir que te has equivocado? ¿A quien le
dices las tres malditas o benditas palabras? ¿A ti mismo? ¿Al de al lado que te
aplaude? ¿A tu mejor amigo/a? ¿A tu madre?... A nadie, no se las dices a nadie
porque nadie puede sacarte del agujero donde te has metido, nadie te va a parar
el reloj y retrasarlo ya que nadie puede. ¿Qué hacer? Pues no lo sé muy bien, creo
que empieza por j, pero yo prefiero utilizar la palabra seguir, poner la otra
mejilla, reconocer el error, asumir la responsabilidad y sobre todo aprender.
Sólo hay una duda que me corroe
por dentro cuando todo esto me pasa (tengo que deciros que soy reincidente):
¿Qué era la voluntad de Dios? ¿La primera decisión o la segunda? Porque esta
era la razón por la que comencé este proceso de discernimiento. Siempre
contesto lo mismo: la primera decisión que luego cambié. Enseguida me dirijo a
Él y le digo: ‘Me he equivocado’. Sé que Él esta en la puerta de su casa, esperando
para abrazarme y me dice de nuevo: ‘Todo lo mío es tuyo…’ pero procura acercar
de vez en cuando.
Comentarios
Y Él necesita a gente que se equivoca para construir su reino.
Lo que nunca es un error,aceptar que tenemos todo el derecho a equivocarnos.