Una propuesta de Pascua

‘Tú, sí que vales’ ha sido nuestra frase convocatoria, hilo conductor, centro de interés, referencia de reflexión de nuestra Pascua con jóvenes carmelitas de este año. Plantear las cosas con sentido positivo es algo maravilloso, se reciben de otra manera y parece que la propuesta esta diseñada especialmente para ti. No hemos sido muchos, o si, hemos participado alrededor de cuarenta. Es un número muy bíblico… será por eso que hemos escuchado la Palabra con atención y hemos descubierto que somos hijos llamados por nuestro Padre para servir, para amar, para darnos, para mirar a los ojos y decirle al otro lo mucho que también el vale para construir el Reino de Dios.
‘Tú, sí que vales’ se ha convertido en susurro de Dios para cada uno de nosotros. Unos dones que tenemos que multiplicar, repartir y dar. ‘Tú, sí que vales’ para servir, para ceñirte la toalla y lavar los píes de los últimos de este mundo. ‘Tú, sí que vales’ para sentarte a la mesa con Jesús, como  Zaqueo, o Simón, o la suegra de Pedro… nos llama y nos dice que quiere hospedarse en nuestra casa esta tarde para partir el pan, para mostrarnos el camino de repartir nuestros bienes, para tocarnos y curar nuestras muertes… simplemente nos dice: haz sitio, ‘tú, sí que vales’.
Muchos de los que se encontraron con él en su ‘Día-crucis’ fueron valiosos, valientes… ‘Tú, si que vales’ para cargar la cruz del hermano cada día, unas veces porque te lo piden y otras porque te sale del alma. Vales también como Judas para arrepentirte, para devolver las monedas, para reconocer el error. Eres valioso para buscar mil y una estrategias para defender, anunciar, perdonar y mostrar a Jesús, como hace Pilato… le falto la última: dar la vida. ‘Tú, sí que vales’ como los ladrones crucificados a su lado para reconocer su rostro, para no ser indiferente ante el que sufre la injusticia diaria de este mundo. José de Arimatea se ofreció para enterrar, El sí que valía para ese último adiós a un amigo, todos somos valiosos para una última ayuda, para un abrazo más, para un servicio más. ‘Tú, sí que vales’ para recoger el sudor de los inocentes, la sangre de los golpeados de la vida como la Verónica.
El Señor escuchó un día la Palabra de Dios Padre que decía: Tú eres mi Hijo, mi preferido. Es un ‘Tú, si que vales’ que le hizo pasar por el Jordán y no volver a ser el mismo.  Le llevó a caminar por Galilea anunciando un nuevo Dios, un nuevo hombre, una nueva manera de entender la relación entre los hombres y mujeres de este mundo basada en el servicio, en la entrega, en el encuentro, en el curar, en echar fuera el mal, en el dar sin esperar nada a cambio… en el AMOR. El pasó por este mundo haciendo el bien, comiendo con los pecadores, perdonando y aceptando al pequeño, la mujer, los leprosos… como ‘lugares’ privilegiados de encuentro con Dios, Padre bueno que da libertad a sus hijos y espera su vuelta cada tarde para el banquete del Reino.
El Señor consuma el ‘Tú, sí que vales’ extendiendo sus brazos en la cruz para el abrazo universal del perdón, de la entrega ensangrentada de la muerte por todos los hombres y mujeres de este mundo al aceptar la voluntad de Dios como único camino y sentido de la vida. Un ‘Tú, sí que vales’ transformado en primogénito de toda criatura, el primero de todos, el Heredero de los herederos de la Vida, el Resucitado.
Todos hemos recibido, esta noche Santa, un ‘Tú, sí que vales’ de hijos para el Reino, para partir el pan, para llevar la luz, para anunciar el Evangelio, para vivir como bautizados de la comunidad y de la Iglesia, para recorrer los caminos de la Galilea de cada día donde él nos espera.
¡¡Feliz Pascua!!
Cristo ha resucitado, ALELUYA.

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