Oficialidad

Conocí a Nacho Celaya cuando era Secretario de Caritas Zaragoza. Nos unió la casualidad ya que yo pertenecía al Consejo. Para mi fue entonces un ejemplo de servicio, de testimonio de fe, de creyente, de compromiso. Ahora, hace unos días lo he recuperado. Lo había perdido pero ahora lo puedo leer en el Facebook. Escribe abierto. Escribe dejando que seas tú, el lector, quien termine las frases que el comienza a redactar. Utiliza los puntos suspensivos para ello. No hay muchos finales para sus frases aunque parezca que cada uno podemos poner el nuestro, casi siempre conducen a algo de esto: el otro, el último, el servicio, el testimonio, la honestidad de vida, ser auténticos o vivir el evangelio, pocos finales más. No sé como podréis leerlo, buscadlo en esa red social con su nombre, que os agregue como amigos y disfrutad. Me parece una propuesta interesante de formación, de reflexión, de retiro diario. Me he permitido, no le he pedido permiso pero sé que me lo daría, copiar uno de sus párrafos de ese ‘pensamiento’ de hoy refiriéndose a lo que pretende con sus reflexiones.
‘Un lugar de encuentro que me hiciera sentirme en comunión con tantos hombres, mujeres y comunidades… que en todos los rincones del mundo, trabajan –desde su fe- por encima de ideologías, razas, o colores… en construir un mundo más justo, solidario y sostenible. Cantidad de personas que caminan en silencio de la mano de los desheredados de la tierra, que son testimonio para tanta gente que ni siquiera son… Personas que son Iglesia… popular, sencilla, al servicio de los más pobres’

No sólo es esta la razón por la cual escribo. Esto me da pie a decir que estoy cansado de los miedos, de la falta de confianza, de ‘la oficialidad’ de la iglesia (si la escribo con minúsculas intencionadamente porque es sólo una parte de la misma la que se considera poseedora de la verdad). No es sólo la jerarquía la que pone trabas a iniciativas de reflexión, de propuesta, de sentarse a una mesa y ver la realidad con los ojos de los que la pueden interpretar de otra manera o de los que la ven cada día en la calle o de los que tienen otro punto de vista, son todos los que se consideran ‘defensores’ de lo oficial. ¿Qué es lo oficial? ¿Desde cuándo las puertas de la reflexión han estado cerradas en nuestra casa? ¿No recibe, y me parece bien, el Papa Benedicto XVI a ateos, a pensadores alejados, a teólogos ‘castigados’ por él mismo y es capaz de dialogar con ellos, de escribir un libro…? ¿Desde cuándo el Pueblo de Dios (ahora si escrito con mayúsculas también intencionadamente) tiene miedo a pensar, decir, debatir, compartir, discrepar entre los que forman parte de él? No hay miedo, no debe haberlo, esto es lo que hace crecer a mi comunidad de seguidores de Jesús de Nazaret. Tomás era uno de los discípulos y no creía en la Resurrección, Judas también lo fue igual que Pedro. Uno lo entregó (egoísta) y otro lo negó tres veces (miedoso). Tenían sitio al lado del Señor, compartían con  Él la mesa, tenían responsabilidades diferentes, caminaban juntos, fueron llamados… Por favor basta de miedos, basta de ‘oficialidad’. No necesitamos sellos para las cosas, somos parte de una misma familia. Tened confianza. Me siento Iglesia (ahora si con mayúsculas) tanto como mi obispo, como el director de formación de Cáritas, el catequista de la otra parroquia o el responsable de la sacristía de la mía. Me siento parte de este Cuerpo de Cristo (también con mayúsculas) en el que desde el dedo meñique es necesario… por favor, no lo echemos fuera, no lo amputemos. ¿Miedos? Ninguno, bienvenida sea la reflexión, el encuentro con el discrepante, la frescura de lo distinto, el margen de la frontera. Creo que debemos dejar de ser ‘oficiales’ (uniformes y uniformados), dejemos sitio a iniciativas de reflexión, de profundización, de encuentro y de mirar la realidad no desde los presbiterios, pulpitos, sedes… sino desde la calle misma y los que por ella transitan, buscadores de sentido que necesitan ser mirados con amor. Mirar con amor en la calle no es decir simplemente, mirar en la calle con amor es acompañar, servir y entregarse. Basta de cortinas oscuras y cristales oscuros para no ser vistos, de salir corriendo cuando te pueden preguntar, abrazar o tocar. Basta de impedimentos, sugerencias, alusiones a situaciones personales de idoneidad para impedir sentarnos a la mesa y compartir.

Esto pasó con Nacho en Zaragoza. La oficialidad pedía otra cosa, otro tipo de servicio (¿servidumbre?). No había sitio para propuestas de cambio de mentalidad, de estructuras, de un mundo diferente, de un mundo más fraterno y justo. Han pasado muchos años de esto, la ‘cosa’ no mejora. La cosas sigue, crece, se reproduce… Una pena grande. Quiero terminar con un párrafo de la reflexión de Celaya de hoy que es copia de un email de un misionero Comboniano que le lee a través del facebook de una amiga común de los dos que no es creyente y que trabaja cerca del fraile comboniano en África.

“Únicamente decirte que pienso que nos une a los dos algo muy fuerte; la fe en Dios… y que leerte esos días, fue un bálsamo para poder seguir luchando, porque creo que estamos muy cercanos a ese cristianismo de base, de barro, y a su filosofía y herencia. De verdad que muchas gracias Ignacio a ti, por tus aportaciones, y por contribuir a que otras personas, desde su no creencia, pero profundo respeto…, aportaran a ellas, con su sabiduría, experiencia, sensibilidad, ternura, profundidad, apoyo y respeto a ese cristianismo tan minoritario por aquí. Esta experiencia me hace creer que hay una ESPERANZA en que OTRO MUNDO SEA POSIBLE, y que la desigualdad entre pueblos, razas, credos, y diferencias se aminoren, hasta llegar a desaparecer”. 

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