Un paseo por Madrid


Fue en el Madrid de las compras. Una calle llena de las mejores boutiques del mundo. Transeúntes con grandes bolsas de colores y marcas reconocibles trasiegan por ella mirando a los lados, subiendo miran a la derecha y bajando a la izquierda. Idiomas desconocidos e irreconocibles. Hace buena tarde, sol y frío seco de la meseta castellana aderezado de la contaminación de una gran ciudad. Escaparates increíbles: aquí unos globos, allí unos maniquís decorados como jóvenes modernos y sobre todo grandes carteles de rebajas y distintos tantos por cien que invitan a entrar. Los productos de lujo también tienen rebajas. Pensé que quizá era uno de los signos de los tiempos de la crisis. Hay unos gitanos tocando en una esquina y unas señoras mayores bien peinadas en la terraza de una cafetería disfrutando del concierto y de unos churros. Los guardias jurados a las puertas de las mejores joyerías del país, apostados a la puerta para ser vistos y convertirse en avisos preventivos de delitos. Gente que viene y va, miro y no me ve nadie aunque esté rodeado de miles de personas. Me convierto en un elemento más de inmobiliario urbano. Yo los veo y siento que ellos no me ven. Busco un rostro conocido para recordar, me han dicho que los famosos también pasean por aquí. No hubo suerte, ningún conocido. Quizá uno que estaba cruzando la calle era un jugador de fútbol famoso, creo que era Tristán, jugo en le Depor. Al fondo hay una manifestación con pancartas, ruido, policía. Están lejos, no quiero saber nada. Sé me olvidaba contar que también hay mendigos fumando un cigarrillo en algunos de los bancos de la calle. Es su sitio, bancos sin caja de seguridad donde guardar los bienes ya que lo más valioso, su dignidad, la guardan en el fortín de su corazón. En los portales hay fumadores, chicos y chicas con un pitillo en la mano que dan las últimas caladas al cigarrillo de las siete. Se está haciendo de noche, las luces iluminan la ciudad, los escaparates se vuelven señales para los que andamos mirando de un sitio a otro, es cuando descubro que hay una tienda de tres pisos al iluminarse la fachada de fucsia, imposible no mirar. Un hotel de lujo, muchas terrazas y… la puerta de Alcalá, mírala, ahí está viendo pasar el tiempo y esta tarde a nosotros. Detrás, el Retiro.
Lo más importante de todo fuiste tú. Tus pasos al lado de los míos eran el motivo de mi sonrisa, la alegría del encuentro iluminó la tarde oscurecida del alma. Las confidencias brotaron poco a poco, los recuerdos dieron paso a los proyectos y estos anunciaron compromisos. Fechas, nombres, sentimientos… la vida hecha amistad y camino. Como ese Amigo nuestro que caminó por tierras de Galilea con aquellos a los que llamó. Hicimos un camino de Emaús improvisado, no buscado ni querido, pero gozado cada segundo que también terminó en el pan y la Harina que lo forma. Rueda de molino que no paró de tornear los granos del trigo de la vida de cada día para convertirlos en la harina que junto a la sal, y el aceite de la vida, que bien amasados, producen el pan crujiente y tierno de la amistad. A estas alturas dio lo mismo que fuera el Madrid de las compras o cualquier otro sitio, estabas tú.
Por cierto: los orientales, reconocidos como tales por sus ojos rasgados, eran los que más bolsas llevaban, los que entraban y salían de las tiendas. ¿Allí no hay crisis? ¿Son los nuevos ricos y poderosos amos de nuestro mundo?

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