No es lo mismo


Ayer tomé un café con un amigo, Antonio. Es cura. Vino en Navidad de Ecuador donde está viviendo con los últimos. Lo vi, es lo más importante. Nos dimos un abrazo, un gran abrazo. Muchos recuerdos, muchos pensamientos, muchas cosas me venían a la cabeza y sobre todo al corazón. Esa envidia sana de conocer a alguien libre, consecuente, cercano, hermano, capaz de convertir en radical su seguimiento de Jesucristo, su Amigo, mi Amigo. ¡¡Enhorabuena amigo!! Sigues hablando con autoridad. Gracias.

En la corta conversación, fue un encuentro informal dentro de otro más organizado y programado en el que estaba participando Antonio, dijo una cosa que me hizo pensar y que quiero compartir con vosotros a través de esta pequeña rueda de molino. ‘En este país no se puede ser creyente y de izquierdas, esto no ha cambiado, sigue igual desde que me fui’. En el paquete de ser de izquierdas viene una sección de anticlericalismo, explicaba mi amigo. No lo entendía. Tengo que decir que yo tampoco lo entiendo. Curtido en la defensa radical, con su testimonio de vida, de los más pobres no entiende que los que están al lado de estos sean personas catalogadas de izquierdas. ¿Tiene algo que ver ser de una ideología para profesar una fe?
Esta semana también otro conocido le pasó lo mismo pero al revés. Se encontró, de manera formal y organizada, con uno de derechas (no sé si lo es, por lo menos liberal no lo es) y le dijo que los de ideario católico, refiriéndose a los colegios, teníamos la misma ideología que ellos y por lo tanto teníamos que estar juntos, defendernos y ser buenos chicos cuando llegaban las ‘duras’. Se volvía a unir fe e ideología. Creyentes y practicantes, no de un credo, sino de una ideología política. ¿Tenemos que ser todos los creyentes de derechas?

Yo creo que este país en el que vivimos tiene que empezar a ser maduro. No sólo los políticos, que se tienen que dedicar a gestionar y ser justos, a planificar pensando en bien común, a ser generosos en el tiempo y la entrega pensando en una sociedad más justa, en defender a los que no tienen quien les defienda, a cumplir sus compromisos adquiridos y electorales. También debemos madurar aquellos que confundimos la fe con ideología, con una ideología concreta. La fe no tiene que ver con ideología ninguna, es una cuestión de experiencia de vida, de encuentro personal con aquel que ha dado la vida por mi. La fe es un don de Dios para poder responder al regalo de la salvación que él me da. La fe se coloca en el ámbito de la experiencia y del encuentro personal con el otro, en el día a día. La fe, el ser creyente va mucho más allá de los compartimentos estancos de las ideologías que hacen que las líneas que separan a unos de otros generen los conflictos por el mero hecho de existir la separación de unos y otros. La fe no separa, la fe produce encuentro y ayuda a construir un mundo cercano al proyecto de Dios para la humanidad: la fraternidad, el otro es mi hermano. La fe no separa, la fe une.
Ser de izquierdas y tener fe es muy pero que muy compatible. Ser de derechas (o lo que sea) y no ser creyente es la realidad de cada día. Por lo tanto cuidado con las etiquetas o banderas. Mi carrera, como diría San Pablo, es la de Cristo. Lo que es de Dios para Dios, mi corazón. Lo que es del Cesar para el Cesar, mi propuesta de un mundo más justo y digno con los últimos y… en muchos casos mi repulsa. 

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