Buscar y preguntar

 
Alguien me dijo una vez, y me lo creí,  que de lo que se trata en la vida es de ser buscadores. De esta manera la vida se convierte  en una camino. Con la mirada fija hacia delante e intentado no perder la vista de aquello que quieres conseguir construyes un proyecto de vida. Ahora felicidad, más adelante le sumamos un trabajo digno, formamos una familia, elegimos a unos amigos, decidimos en las encrucijadas qué dirección tomar pero siempre más adelante,  con la mirada puesta allí donde creemos que vamos a encontrar lo que nos dará sentido a lo que somos. Somos buscadores, en definitiva, de sentido. Para algunos este sentido tiene un nombre: Dios, Jesucristo su Hijo, nuestro amigo, el Salvador del mundo. ¿Encontrarlo? Cada día creemos sentirlo, percibirlo y tocarlo, pero nunca de manera definitiva.
Los Magos son prototipos de este tipo de hombre buscador. Ahora aquí, luego una luz, más tarde un deseo, posteriormente una estrella, empezar un camino, coger un regalo, vivir la vida con intensidad y búsqueda. ¿Qué buscaban? Buscaban a un rey, el Rey. Siguieron una estrella, dejaron su vida vieja  y sin sentido para ponerse en camino, para buscar sin saber muy bien ni cuándo, ni dónde, ni cómo lo iban a encontrar. Al buscar un rey fueron a un rey a preguntarle. Les contestó, les ayudó pero de manera interesada. No fue una ayuda desinteresada y limpia. Ayudó sin ningún interés por ese rey que había movido el corazón y la vida de esos tres sabios. El sabía desde pequeño la venida de ese rey, había  oído hablar de él mil veces,  estaba cansado de su presencia, de la espera de su venida, de su anuncio. Pero ante la pregunta para poder encontrarlo no se alegró, solamente buscó su interés, hizo su propuesta, consultó a los sabios y entendidos, guió a los tres de oriente pero… tenían que volver para cobrarse su información, para que él también pudiera descubrirlo. Ni se movió un centímetro,  su vida no cambió nada, y si lo hizo fue a peor. Intereses, egoísmo, poder, yo y sólo yo…
Hoy en día hay también muchos buscadores de Dios, hombres y mujeres que han oído hablar de ese Rey que viene,  que nace como un hombre más y que cambia la vida. ¿Dónde preguntar? Fácil, como los Sabios de Oriente: a los hombres de Dios. ¡¡Vaya vértigo que me está entrando!! No quiero seguir escribiendo, me he llenado de miedo, en mi palacio los recibo y les contesto cada día pero ¿qué hago yo?. Mi imaginación está ya en el otro camino que muchos jóvenes, hombres y mujeres emprenden después de verme como miembro de mi querida y amada Iglesia a la que han preguntado: dónde,  cómo y cuándo encontrarle,  adorarle y ofrecerle el regalo de su vida. Me da miedo analizar mi respuesta, descubrir que aquellos que llegan buscándole no producen en mi ni una pregunta, ni un cambio… ¿Tendré yo también que pensar en otro camino para seguir buscándole como hacen los Magos al volver a su casa?

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