Un niño






Es un niño. Dicen que la ballesta la hizo él mismo. No sé sabe bien qué pasó. Sabemos el resultado. Un profesor muerto, asesinado por un alumno, otros heridos. Una auténtica tragedia. Una locura. ¿Qué está pasando? ¿Por qué tanta violencia? Me contaba una amiga que en un centro que conoce le tiran a la directora los papeles a la cara. Conozco esa actitud desafiante, esa actitud de todo vale, esa actitud de respuesta con burla y violencia.
Los jóvenes/adolescentes tienen una realidad difícil de asimilar. Quieren ser adultos  y encuentran posibilidades de serlo en algunos espacios, y son niños por edad y también por determinadas búsquedas y formas. Tienen todo a su alcance, como lo tienen los adultos, pero no tienen un corazón y una cabeza preparada para asumir responsabilidades, para aceptar las consecuencias de sus actos, para valorar lo que hacen y son. Tienen toda la información (sexo, violencia, juegos, información, drogas, consumos, música, ideas, argumentos, contenidos… ) al alcance de su mano, nunca mejor dicho, en el teléfono suyo (hay que ver los que usan, sorprende cuando se contrasta con la falta de poder adquisitivo de alguno de ellos y el modelo que utilizan) o en el de sus padres que sé lo dejan. No tienen miedo, está todo a un movimiento del dedo, es decir de un impulso, ‘un prueba’ o ‘un gustar’. Esto sin la compañía adecuada, sin la charla oportuna, sin estar al lado de… sin contrastar posturas, posibilidades, sin recibir un ‘no’ a tiempo es complicado…. Son niños en muchas cosas y quieren ser adultos, y aunque nos sorprenda pueden serlo, en otras. Encontramos niñas de trece años que visten como mayores pero con gustos de niña. Niños que juegan como niños a videojuegos y que son capaces de estar toda la noche deambulando por ‘casales’, peñas, garitos oscuros visitados por no se sabe quien…
Aquí, en esta huerta es donde se puede dar este caso del niño de Barcelona, donde se pueden encontrar casos de desorden, perdida de control, decisiones de respuestas irreversibles sobre y hacia los otros. Hoy es un insulto, mañana una pelea, pasado una lista de ‘equis’ personas que me caen mal. Es una situación donde el otro no cuenta para nada, mejor dicho, si cuenta pero solo para el placer, para el permitir, para el dejar hacer, para servir, para darme lo

que necesito… Tiranos en potencia de los padres, algunos realmente. Algunos de los padres son cómplices sin saberlo. El caso del niño de Barcelona es un caso aislado en su gravedad, que habrá que analizar bien, sus padres y las autoridades, de las verdaderas razones que le han llevado a eso.
Mi reflexión anterior no quiere ser alarmista, no deseo ser catastrofista. No son todos, ni muchos, ni la mayoría, ni bastantes…son pocos, algunos aislados, casi desapercibidos… pero los hay con esta descripción negativa del primer párrafo. Los hay y tenemos que estar atentos los que nos acercamos a ellos cada día. No para echar, marginar o señalar con el dedo. No para dejarles la marca y el lastre de la diferencia o la posible peligrosidad. Nuestra atención como educadores es para cuidar, para acompañar, para hacerles cambiar, para prevenir, para darles sendas que les ayuden a no acudir a la violencia sin más, a los golpes sin más… ¿Cómo hacerlo?

  1. Enseñar a resolver los conflictos con el diálogo. No ser nosotros los que señalemos, con nuestras palabras y gestos, otros caminos de gritos, marginación y violencia, desprecio... Esto no se educa en la adolescencia, es anterior, es desde siempre.
  2. Escucharles. Generar espacios, tiempos, momentos, acompañamientos para que puedan expresarse, para que se sientan valorados, para que puedan descubrir que otra manera de hacer es posible. Tutorías más personalizadas con procesos de acompañamiento y seguimiento.
  3. Acercarnos con la verdad y la valoración de lo que son. Su autoestima tiene que crecer desde lo que son, no desde el envalentonamiento ante situaciones, la prepotencia o la minusvaloración del semejante. ‘Tú eres el importante, a mi me interesas’. Deben desaparecer de nuestro lenguaje expresiones que hieren esa autoestima y esa imagen de sí mismo.
  4. Conocer unas normas de comportamiento y de funcionamiento de las relaciones en el centro, entre iguales y con la autoridad. Se explica, se acepta, se respeta por ambas partes, se hace cumplir. Las normas son aceptadas y el no cumplimiento de las mismas tiene unas consecuencias claras y conocidas previamente.
  5. Acompañar procesos de reflexión, de pausa, de sosiego ante las situaciones a las que se enfrenta. Dedicar un tiempo a pensar con ellos, a descubrir con ellos. Sentirse queridos, al mismo tiempo que exigidos, en su tarea y en el cumplimiento de unos compromisos adquiridos.
  6. Realizar un seguimiento de su trayectoria desde el centro educativo basada en una propuesta clara de convivencia y ofrecer alternativas para los pasos siguientes de autonomía e independencia personal, cambio de centro o abandono del sistema educativo.
  7. Que la juventud encuentre cerca, posible y real alternativas de ocio con los semejantes, alternativas visibles (luz) y participativas donde se les tenga en cuenta en programaciones, intereses y programas
  8. Eliminar del sistema educativo la palabra fracaso y la realidad a la que este termino aboca: marginación, retraso, inferioridad, repetir…
  9. Crecer como profesores en empatía hacia y con los alumnos. Nosotros la tenemos y así la educamos para que ellos la tengan, para que crezcan en ella. No digo caricias, pero si escucha, si comprensión, si descubrir aquello que pasa por su cabeza y su corazón, hacerlo nuestro y devolverlo con mucho cariño transformado para crecer.
  10. Descubrirles como auténticos maestros y protagonistas de su educación donde necesitan guías fiables y fieles. Ofrecernos nosotros a serlo y no decaer en el intento. 

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