De visita
No me gusta mucho ir de visita a las casas, no lo hago habitualmente.
También es verdad que cuando voy suelo repetir ya que he dado el salto de
romper aquello que me aleja, me separa o me da un poco de reparo… Me encanta
cuando llega un momento en que me siento ‘en mi casa’ en alguna de ellas,
algunas incluso las he convertido en pequeños hostales en mis viajes, otras son
lugar de encuentro de amigos, de confidencias. En estas últimas la sensación
deja de ser de visita y se convierte en estar en mi familia. En las casas de mi
familia, que visito poco es verdad, menos de lo que debería, en las cuales
estoy mucho más que a gusto, estoy en zapatillas si me permitís la metáfora.
Hoy he ido de visita. Son dos hombres, la verdad es que
viven tres, al tercero no lo conozco y además no estaba. Habíamos quedado, creo
que no se puede llegar de improviso la primera vez. Estábamos cuatro, ellos
dos, una educadora social y yo. Una acogida excepcional, me estaban esperando,
llegaba un poco tarde, me perdí con el coche, decidí dejarlo donde sabía, un
poco lejos… uno de ellos estaba en el balcón para decirme donde aparcar, había
un sitio enfrente, lo controlaba desde el balcón, aprovechaba para fumar… Me
enseñaron su casa, su habitación, sus pequeñas cosas, sus cuadros, las fotos de
su familia, la lavadora, la cocina, el agua que traen especialmente para que no
tenga tanta cal, preparamos juntos una manzanilla… Nos sentamos en la mesa
comedor, ocupan su sitio, es su casa. Me siento en casa, acogido y querido. Tomamos
la infusión mientras preparamos ‘cinco minutos de experiencia’ para compartir
con un grupo de jóvenes mañana. La vida, la sensación de sosiego, de paz, de
mucha novedad y el gozo de las pequeñas cosas: hacer una tortilla, la creación
de una manualidad, pintar un mándala, el cuadrante de tareas… la vida que puede
comenzar de nuevo, que puede rehacerse… Hay esperanza si hay compañía, si hay
acogida, si hay confianza, si hay libertad, si hay unos pocos de recursos, si
hay generosidad y fe en el hombre… siempre es posible salir del agujero, de la
tormenta, de la tiniebla… siempre. Pasó el tiempo muy rápido, demasiado rápido.
Soy un privilegiado por tener tantas personas que me quieren. Gracias amigos,
volveré.
La historia comenzó ‘una
tarde que desperté en el hospital, me acosté debajo de un balcón en la calle y
me dormí, había bebido mucho, como tantos días…’
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