Viajar


Tengo que preparar la maleta. Voy a volar. Aunque parezca extraño he planificado un viaje con tiempo. He sido yo, si, no os asustéis no creo que se repita muchas veces… lo de planificar digo, lo de viajar deseo que sea más a menudo. Ahora no lo haría. Creo que planificar las cosas ayuda a realizarlas (lo estoy descubriendo). Se evita, de una manera u otra, la pereza del último momento. Tengo el billete, sólo espero el día y la hora para subirme al avión. Es un viaje un poco aventura, ‘un mucho’ vacaciones y un poco interés personal, tanto de trabajo como de vida. ¿Muchas cosas para una semana? Quizá pero es lo que es.

Estoy cansado de decir a todos los que se van (Argentina, Perú, Rusia, Mozambique, India, Puerto Rico, Santo Domingo, Italia…) que tienen que volver. Me lo quiero decir a mi mismo para que no se olvide pero creo que… ¡¡me gustaría tanto quedarme!!. Lo que pasa que no es un sentimiento sano, tiene una parte de huida y, por lo tanto, no es bueno hacerle caso a la voz que desde lo hondo, de no se sabe bien que rincón del interior, te dice: ‘quédate’.

Viajar es algo maravilloso. Cuando lo haces por trabajo u obligación, imagino que no tanto, pero cuando lo deseas, lo planificas, lo buscas… es una gozada. Se empieza a saborear desde antes. Imaginas, haces planes, sospechas momentos… la imaginación hace posible vivir algo sin haber pasado por él. Es un anticipo del futuro que ya se puede llenar de los primeros sentimientos y recuerdos.

Salir de casa es abrir ventanas. Yo tengo la suerte que uno de esos viajes, no programado ni deseado por mi, abrió una de las ventanas más grandes de mi vida. Un aire fresco lleno mi vida. Vivía en algo maravilloso lleno de polvo, de oscuridad, de telarañas, de prejuicios, de miedos y cansancio. Aquel viaje, aquellas palabras en lengua extranjera, aquellas ideas que resonaban en mi interior… abrieron un boquete de frescura que todo aquel desván se convirtió en la mejor habitación de un proyecto de vida por realizar y vivir.

Tengo mucha suerte. Alguien me estará esperando, me acompañará y facilitará mi vida durante esta semana. No estaré solo. ¡¡Cuánto privilegio!! Prometo abrir una ventana para refrescarme, una puerta para que salgan alguno de mis ‘demonios’ de cada día y entren luces que sepa recoger para iluminar mis rincones escondidos del día a día de aquí. Quiero que mi maleta vuelva llena de experiencias inolvidables para envolver con papel brillante aquí y que, a los que están conmigo, les haga participes del regalo de algo nuevo y diferente. Me llevo camisetas y quiero traer nombres, personas, momentos que acerquen aquella realidad a la de aquí, para que las dos cambien, para que las dos se acerquen.

Volveré, lo prometo. ¿Cómo? En avión pero… no lo sé, espero que mi vida se llene de frescura… aunque allí sude como un pollo.

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