La mujer




Se llama María Josefa. Tiene seis hijos y vive con tres de ellos. Me dijo que no tiene pareja. Estaba descansando. La visitamos para que nos enseñara la casa nueva. Ya la tiene preparada al lado de la que ocupa, de chapas y maderas. Tiene una plantación de de tomates, es su única manera de tener unos ingresos. Está preparando un pastel de maíz con fríjoles para la cena, está comenzando a llover, tiene fuego encendido para cocinar y no tiene techado. Está contenta con la casa, muy contenta.
¿Qué pasa con la mujer en este maldito mundo? Es el sustento, apoyo y cimiento de la sociedad especialmente en los países en vías de desarrollo, en situación de pobreza o que podemos llamar desfavorecidos y al mismo tiempo es la débil, la que siempre carga con las consecuencias de lo que pasa, es la que se queda sola, la que tiene cada día que buscarse la vida, es la que no tiene un lugar en la esfera social, política y cultural. Al mismo tiempo que siempre tiene un puñado de arroz para sus hijos, y por lo tanto es la que mantiene viva la ilusión de los mismos por vivir, por seguir, etc… es aparatada de todo círculo de decisión, de todo ámbito de poder que pueda aportar novedades y propuestas realistas y trasformadoras de la realidad.
No quiero hacer una propuesta novelada de lo que pasaría si la sociedad fuera más matriarcal y menos machista pero creo que alguna propuesta se debe hacer desde ya. En primer lugar que el hombre asuma la responsabilidad de su paternidad, que se pueda exigir a determinados individuos responsabilidades sobre sus tareas de progenitores, ya no digo de padres que quizá sea mejor que no ejerzan. La mujer se merece ser la que tenga toda la capacidad y autoridad para la administración, gestión y decisión sobre sus hijos, sobre su hogar, sobre su proyecto de vida como mujer y madre. La responsabilidad que debe exigirse al varón debe ser directamente proporcional a la autoridad que debe recibir la mujer desde la sociedad donde vive.
En nuestros países más o menos se ha conseguido mucho en este aspecto. En otros lugares del planeta (la mayoría, por desgracia) no se consigue que las mujeres rompan le techo que cristal que las tiene encerradas, cargadas de tarea y responsabilidad y sin ninguna autoridad y libertad. Creo que este criterio debe ser importante en la toma de decisiones a la hora de aprobar o no proyectos de ayuda al desarrollo, en la propuesta de políticas de interacción y relación con distintos países, en el desarrollo y realización de actividades de socialización o dinamizadoras de la sociedad.
Aquella misma tarde conocí a María Santos Cruz. Seis hijos, todos en casa, su marido en la ciudad trabajando de seguridad privada por cuatro perrillas, sola con la tarea de dar de comer sus hijos, hacía bolsos de plástico trenzado. Unas tortitas de maíz. La carme una o dos veces al mes. Los niños iban al colegio y ayudaban en las tareas de la casa (que no son muchas). Ella había trabajado toda la mañana en la construcción de su nueva casa. Volvería su marida aquella noche de la capital, estaría un día y tendría que regresar a la ciudad. Ella cada día tenía que ejercer una responsabilidad, un trabajo inmenso vertebrador de su familia y de la sociedad.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
David, tu lo que tienes que hacer es instalarte allí, porque allí eres feliz....
un beso

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