Caminar


Nada es verdad o mentira, todo depende del cristal con que se mira. No sé si esto lo decía algún poeta o no, me da lo mismo. Lo aprendí así. Las circunstancias son aquellas que nos hacen ver una paja en el ojo ajeno teniendo una viga en el nuestro. No es fácil reconocer aquello que tenemos no nos imaginamos lo que darían otros por tener la mitad de lo que tenemos. Pero bueno, somos libres, podemos rasgarnos las vestiduras por aquello que nos plazca y exigir o pedir lo que en verdad consideramos una necesidad. Podemos cambiar o no las gafas, limpiarlas, utilizarlas o no. A mi casi me da lo mismo, las perdí hace tiempo y he decidido ver la realidad con mis ojos, sin filtros, sin colores, sin intermediarios… tengo unas cuantas dioptrías que me la desfiguran, pero tengo consciencia de ello y lo valoro por mi mismo, sin algo extraño y ajeno a mi ser que me condicione las apreciaciones y respuestas. Esto no venía al caso pero lo hace interesante… ¿de qué querrá hablar David? Voy al grano que la rueda se desvía y tiene vueltas y vueltas para rato.
Ir al colegio supone caminar, salir de casa, madrugar, tomar algo rápido de la nevera que supla el desayuno o levantarse a regañadientes del sofá para la jornada de la tarde. Es increíble lo que cuesta ir al cole, no es plato apetecible para nadie, todos recordamos nuestra época de estudiantes. (Estas generalizaciones siempre hacen daño. Hay personas a los que les encanta ir al colegio, desayunan bien, se lavan los dientes después de comer y tienen tiempo para leer el periódico…). A todo esto hay que añadirle que se va a un lugar (edificio que algunos de los alumnos llaman carcel) donde unos adultos llamados profesores van a intentar que el trabajo sea una tarea de todos. Hay que estar allí prestando atención y pendientes de lo que ese adulto explique o proponga. Su intención no es aburrir, quiere educar y proponer una serie de valores, conocimientos, estrategias, reflexiones o tareas que produzcan en los alumnos el desarrollo de competencias que contribuyan a su crecimiento como persona (nunca como animal o cosa, de esto se encargaran otros desde tribunas diversas). ¡¡Vaya tarea!! Claro que es duro, hay que levantarse coger la camilla (tu vida) y andar, como le dijo Jesucristo al paralítico. Verdaderamente es una pesadez, casi es más atractivo quedarse en la camilla (diminutivo de cama) y, como decía el abuelo Julián, ‘maduras caigan’.
Aquí (El Salvador, Kenia, República Dominicana…) los niños y adolescentes caminan para ir al colegio. Algunos de ellos caminan varios kilómetros para acercarse al colegio. Empiezan las clases a las siete y algunos se levantan a las cinco para poder llegar. ¿Peinados? No, repeinados. ¿Arreglados? No, impolutos. Es increíble el tiempo que dedicaran antes de salir de su casa para poder tener el aspecto que tienen. Lo hacen no sólo las niñas de los últimos grados (como nuestras niñas de cuarto de ESO) si no todos. Caminan por pistas de tierra hasta el colegio con sus zapatos limpios que repasan antes de entrar en el centro. Todo esto es tiempo de preparación que muestra la valoración de lo que van a hacer, el interés por la tarea, el sacrifico, respeto y esfuerzo que supone y merece encontrarse con los otros…
Una de las grandes preocupaciones estos años en el cole donde trabajo es poder abrir una puerta de acceso por la calle opuesta a donde está situada en la actualidad. Creo que tiene su lógica ya que el pueblo ha crecido por esa parte y muchos de los alumnos proceden de esa zona de la población. Esos cinco minutos, quizá seis, que se ganarían, al no tener que dar la vuelta a la manzana, ayudarían a llegar a tiempo, y poder ver desde el principio el programa de televisión que está de moda en la actualidad, también tendría una beneficio académico al poder terminar con tiempo la tarea diaria y así poder tener positivos en trabajo personal, quizá esos cinco o seis minutos de sueño que se ganarían haría posible un mayor éxito en los resultados de atención, participación y trabajo en las primeras horas de clase tanto de la mañana como de la tarde. Pese a todas estas razones de peso y de gran consistencia… ¿sabéis lo que os digo?… Que no es tan importante abrir otra puerta en el cole para evitar dar la vuelta a la manzana. Ha dejado de preocuparme.
Si hubiera encontrado mis gafas, que perdí este verano, ahora mismo limpiaría mis cristales y me las volvería a colocar para ver si ha cambiado el color de las cosas… la pena es que no las tengo y mis dioptrías me deben estar distorsionando la realidad.

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