Si


No os asustéis queridos amigos. No os llenéis de temor. No estoy enfermo ni ha cambiado mi metabolismo de tal manera que me hace ser optimista. Si, esa es la palabra que quiero emplear. Quiero ser optimista por una vez, aunque sólo sea para llevar la contraria al dibujo.
Yo propongo un SI a la Iglesia comunidad, a los que han descubierto a Jesucristo y han decidido cambiar de vida. Descubro cada día muchos de esos ‘SIS’ en mi vida. ¿Muchos? Quizá pocos pero son tan grandes y maravillosos que parecen muchos más que esos ‘NOS’ del dibujo rancios como las sotanas. Jóvenes que deciden desde Jesucristo, que están en el límite de romper con lo más difícil de todo: la rueda de lo llamado correcto, aceptado, pedido…
Creo en la Iglesia del SI a la entrega de tiempo, recursos, medios, espacios, propuestas, novedades, creatividades… La Iglesia de SI a dar la vida, sin ningún pero. Un SI grande al hermano. Cada día me los encuentro: darse sin medida, darse en el anonimato, darse por EL. Hombres y mujeres que tienen tiempo para el otro. Tienen nombres y apellidos, viven a mi lado, trabajan conmigo, ríen conmigo… y su SI es por Cristo. No llevan sotanas, tienen el pelo largo, salen con chicas/os, tienen tiempo para reír, llorar y sufrir… pero siempre pensando y sintiendo con el último. Existen, los conozco, sé como se llaman.
Creo en la Iglesia del SI como el de María: un si imposible, un si todo fe. Los que salen en los medios para hablar de nuestra Iglesia creo que también creen en esos ‘SIS’, pero les sale siempre un NO, y nos identifican con ello. Un SI a la vida, a la entrega, al cambio, al futuro, a no mirar atrás, a no tener miedo, a dejarse llevar por el Espíritu. Un SI de últimos para que sólo sea EL quien nos haga primeros. No pasa nada con ser últimos, con ser echados de los círculos de poder… ¿Qué hacemos todavía ahí? El SI de los que piensan que son primeros hace que la sociedad nos coloque en el NO que nos hace poco fiables, poco atractivos, nada ejemplares. El SI de María es todo, repito, todo humildad. Veo este SI en muchos creyentes humildes que intentan cambiar la vida de los que viven con ellos en su escalera de vecinos, en la tienda donde trabajan, en el grupo de jóvenes con los que salen de fiesta. Personas que comparten su experiencia de fe con los que están a su lado cada día.
Creo en el SI que descubre la mano de Dios en las cosas de los que consideramos distintos, diferentes e incluso contrarios. Un SI que comprende, acompaña, dialoga e intenta amar. Un SI buscador de Dios más allá de los muros que nos creamos pensando que somos los mejores. Hemos dejado de ser los que decimos la última palabra de todo para pasar a ser los que dicen la palabra más sosegada, más comprensiva, más perdonadora, más amable (que viene de amor, y este es el mandamiento nuevo y ¿único?). No salimos ya a las calles para que corten el tráfico a nuestro paso. Nuestro SI es de caminar por las aceras, por las cunetas, por los márgenes de nuestra sociedad. Hay muchos SIS de estos cada día, del que hace de la tolerancia bandera en su vida porque ha entendido la mirada de amor de Jesucristo como algo a imitar, el que no discrimina, el que se apunta a una batalla de cambio de estructuras que parece que va con otros porque siempre ha sido así. Muchos de estos SIS se escriben con pequeñas letras de la vida cotidiana pero forman granos de arena de la montaña de un mundo diferente y posible.
Me gustaría que mí SI fuera fresco como estos, no rancio como los NO del dibujo. Un dibujo injusto por la generalización pero real en algunos casos de nuestros hermanos asentados en la negatividad frente a lo nuevo, lo diferente o lo que no se comprende.

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