Reconciliación

Hay ocasiones en que te reconcilias con los tuyos por alguna circunstancia o acontecimiento. Es una suerte porque también puede suceder lo contrario y entonces se sufre. El sentido de pertenencia a una familia no se pierde pero hay momentos en los que se acumulan tantas cosas que no compartes, que parece que estás fuera. La distancia, las ausencias, la falta de sintonía con las decisiones que se toman, las propuestas de los cabezas de familia y que están lejos de tu manera de pensar son circunstancias, que sin saber cómo y porqué, te alejan de lo que es tu familia y tu gente.
El último viaje del Papa Benedicto XVI a EEUU me ha reconciliado un poco con esta familia grande que es la Iglesia a la que pertenezco. Me ha llenado de alegría la valentía y la honradez con la que ha tratado el tema de la pederastia y de los abusos sexuales que algunos de los clérigos norteamericanos han cometido en los años anteriores. Creo que la manera de afrontar la cuestión desde el principio ha sido un testimonio. Ha hablado sin tapujos, reconociendo la culpa y el daño que se ha realizado, colocándose el primero en la petición de perdón y por lo tanto, con todas las distancias necesarias, asumiendo parte de la responsabilidad, llamando la atención a los obispos, con la delicadeza hacia las víctimas y pidiendo por ellas. Todo esto ha ayudado a presentar con naturalidad ante el mundo esa cara de la Iglesia de la que habla el Vaticano II, es la cara de pecadora que es real. En nuestra Iglesia no es muy habitual este método. La visita de Benedicto XVI me ha hecho descubrir que se puede y debe usar el reconocimiento de culpa, que podemos y debemos pedir perdón, que hay cosas que hacemos mal, que solo desde el reconocimiento se pueden cambiar, que los importantes son los que sufren, que hay que dar la cara y reconocer los errores. Estaba pensando en el encuentro, programado y organizado en Madrid, sobre la Familia. Ni una palabra sobre los procesos de nulidad matrimonial que se realizan en la Iglesia y la parcialidad (aparentemente) que impera en la resolución de los mismos, ni una palabra sobre la propuesta de ‘aguantar’ que durante años se ha propuesto a mujeres en matrimonios rotos por la violencia, el engaño, la violación… Quizá el reconocimiento de errores hubiera sido la mejor manera para consolidar la propuesta de la familia como célula vital de una sociedad diferente.
Creo que el Obispo de Roma ha abierto una puerta importante para recorrer un camino nuevo. Ahora queda seguir caminando por él y continuar con una palabra, por ejemplo, para la mujer todavía apartada del ministerio ordenado en un mundo donde ya no debe haber distinción con el hombre. También merecen una palabra los países del tercer mundo donde la Iglesia ha llegado con un esquema occidental de vida que ha cambiado su cultura y sus costumbres. Palabras de reconocimiento de errores en la utilización del nombre de Dios en guerras, en apoyos y en silencios respecto a procesos políticos o en regímenes totalitarios.
Estoy convencido que este es el camino de la nueva evangelización, de una manera nueva de anunciar la Buena Noticia. Esta sencillez y humildad nos ayudará entender más y mejor la Palabra de Dios. Un sacerdote me decía que no debería estar hablando de eso permanentemente en su visita, que mejor estar callado. Creo que no. El testimonio de Benedicto XVI lo ha hecho humano y sólo desde la humanidad, en todas sus dimensiones y facetas, podremos anunciar al Encarnado.

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