Os espero

Queridos Magos… 

Os espero con la misma ilusión de siempre, con menos ruido pero con la misma ilusión. Este año no estoy donde siempre, me gustaría pero no es así. Estoy en mi casa, en el convento. Mi familia está en su casa, pasad por allí aunque no estemos juntos no dejéis de acercaros  a nuestras vidas.

Quiero pediros, todo el mundo os pide, que rompáis el frío, siempre lo hacéis. A vosotros el frío no os asusta, queremos que tampoco nos asuste a nosotros. Me refiero a ese frío que no es de invierno, ese otro frío que te hiela por dentro, que te hace tener miedo a los hielos de las ausencias y olvidos, a la escarcha de la soledad y la incertidumbre. Pasad por todas las casas, haya niño o no… este frío no sabe de edades

Pasad, por favor, aunque sea en silencio, aunque no dejéis más que un pequeño detalle o una huella. Necesitamos seguir creyendo en la magia de los encuentros y las risas, de los  regalos y los ojos abiertos ante lo nuevo, lo recibido sin esperar, lo gratuito, lo que sorprende y alegra. Un regalo es un don… y un don es tan extraño en nuestro mundo. 

Al lado de mi puerta hay otra puerta y otra familia. Realidades distintas, situaciones diversas, con enfermos o sin enfermos, con paro o con trabajo… pero todos queremos emocionarnos ante ese imposible que vosotros hacéis realidad. Sois capaces de pasar por aquí y por allí, entrar en un gran salón o en una pequeña vivienda con frío y sin luz. Nos hacéis iguales en lo importante, en la espera y en la necesidad de esperanza e ilusión para afrontar el futuro con la alegría de saber que al lado de la Estrella, de la Luz verdadera, todo es posible. 

No os pido mucho, solo que paséis, que nos hagáis despertar de esta pesadilla en la que nos encontramos. El ruido de los camellos y sobre todo el ‘olor a Dios’ que traéis desde el portal, junto a la sonrisa de haber visto al Señor nos despertará del sueño y volveremos a mirar el horizonte con otros ojos.

Pasad, quedaos un ratito, comer algo… es vuestra casa.