Frío


Después de esta semana tan dura sabemos lo que es el frío. En algunos lugares han sido días muy difíciles, en otros también pero lo habían vivido otras veces y saben 'acomodarse' mejor a él. El frío paraliza, da un poco de miedo, invita a recogerse, a esconderse... una palabra cercana al frío es cerrar. Cerrar la puerta, cerrar la ventana, cerrar las grietas. Ahora vivimos en una época de abrir para ventilar, para airear... y que todo ello sirva de prevención al contagio del COVID 19. Ha sido, en la realidad del colegio, una semana complicada en la que como siempre los alumnos han sido los mejores. Nos han dado un ejemplo de saber estar  y aceptar las dificultades para vencerlas y ganar. 

No quiero escribir sobre ese frío. Quiero escribir sobre el frío que no es de invierno. Es un frío que no depende de estaciones sino de encuentros, o mejor dicho, de ausencia de los mismos. Es un frío que se incrusta en el interior y que es muy complicado arropar. Un frío que lleva a sentir que uno está solo. Como el del invierno también invita a cerrarse, a buscar una soledad que aparentemente lo quita pero que sin darnos cuenta lo aumenta. Frío que genera soledad y soledad que genera frío. Nunca se sabe que fue lo primero. Lejanía que se hace grande simplemente por faltar una mirada que rompa el hielo del silencio o de la duda. Presencias buscadas y que no llegan a producirse, muchas veces porque nadie comienza a hacerlas realidad. Son fríos que muchas veces están unidos a nombres que estaban y no están, que dijeron y no hicieron, de los que esperábamos y seguimos en la eterna espera de un compartir deseado y ya dado por perdido. 

Estos fríos no piden manta sino presencia. El fuego necesario, para hacer que pasen, es ese calor humano que da la sinceridad de un encuentro, un compartir, una mesa, una conversación sincera para recuperar la confianza en el otro...  El frío se combate con el calor que produce una ropa de abrigo, una llama de buena leña en cualquier chimenea u hoguera. El frío de soledades y ausencias solo se vence con el abrigo de un abrazo sincero que rompa los candeleros de un corazón roto por el vacío dejado o por la ausencia incomprensible. La lejanía, que hiela la vida de muchos, se tiene que romper al ser convocados a compartir de nuevo la vida alrededor de la lumbre de la hoguera que atiza la amistad sincera, recuperada y querida después de la reconciliación y el perdón. Coger de la mano y caminar juntos, abrazados y sintiendo el corazón del otro, hacia ese verano de calor y encuentros que nos llene de luz. 

Abramos las ventanas del corazón, dejemos sitio al otro para que se rompa el frío ese frío que no es de invierno. 

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