Estar en medio


Todos ellos perseveraban en la oración, con un mismo espíritu en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos.
(Hechos 1, 14)


María estaba con los apóstoles después de la muerte y resurrección de su Hijo. Nadie duda que ella tuviera un lugar relevante y determinante en la vida de la primera Iglesia. Ella fue referencia de muchas cosas de aquellos incipientes y despistados seguidores de Jesús. Muchos de ellos se escondieron y volvieron a salir al ser llamados por los ‘testigos de la resurrección del Señor’. María, estoy seguro de ello, se convirtió en pilar de todos ellos. Ella, como dice el versículo de Hechos de los Apóstoles, junto con otras mujeres, estaba ‘en medio’ de la comunidad.
Estar ‘en medio’ en un lenguaje coloquial puede entenderse como ser un estorbo, como algo que está fuera de sitio. Estar ‘en medio’ en ocasiones se entiende que es alguien quiere enterarse de lo que sucede o incluso entorpecer alguna de las acciones que se desean emprender en el grupo. Como comprenderéis no es esta la acepción de la frase que deseo comentar con estas pequeñas letras.
María está ‘en medio’ pero para aglutinar, para unir voluntades, para compartir y hacer compartir. Aquellos que habían conocido al Señor, que lo habían visto morir, que habían tenido un encuentro con Él vivo y resucitado estaban con María orando y compartiendo un mismo espíritu. Es ella la que estando ‘en medio’ da consistencia a un grupo de personas sencillas que necesitan pequeñas seguridades humanas para salir a la calle, para hablar de aquel crucificado que les cambió la vida. Una mujer que lo había conocido antes que ellos, que lo había engendrado, que lo había criado… estaba ‘en medio’ para dar seguridad, para proponer testimonios, para recordar de primera mano palabras y gestos de aquel a quien había seguido en el silencio y la soledad de un segundo plano pero ‘guardando todo en el corazón’. Su manera de estar ‘en medio’ fue abrir de par en par su corazón y su ser para aquellos que tenían la misión de ir por todo el mundo a predicar una Buena Noticia. Una misión que transforme el mundo en más humano. Ella podía hablar, sugerir y orientar desde sus entrañas, desde su experiencia de Madre, una misión que partiera de su Hijo como origen, donde Él fuera fuente para tomar fuerzas y retomar caminos, y se convirtiera en meta de un encuentro nuevo y transformador con Dios. Todo esto a ella le había pasado en su vida, así podía estar ‘en medio’ y ser auténtica catalizadora de vida, de compromiso y misión a aquella Iglesia naciente.
No sólo para aquellos primeros discípulos también para nosotros, Iglesia peregrina y en búsqueda, María se convierte en centro donde mirarnos y así renovar nuestro compromiso de cristianos, de seguidores de Jesucristo. Ella, no puede ser sentida de otra manera. Ella es y está ‘en medio’ de la comunidad. Se convierte en referencia de respuesta, en protectora de sus hijos, en animadora de proyectos, en Madre de los últimos. Sentirla ‘en medio’ es coger fuerza para poder anunciar el Evangelio en cualquier lugar del mundo,  en cualquier rincón de la ciudad, en cualquier recoveco de los corazones entristecidos por tanto dolor, tanto sufrimiento, tanta desigualdad, tanta crisis… Lugares donde la Buena Noticia parece que no puede llegar, que no puede anunciarse, que cuesta ser entendida. Si ella está ‘en medio’ nos resultará fácil escuchar en los momentos de perdida de fuerza o en la falta de ánimos aquello de ‘haced lo que Él os diga’. Dejémosle sitio, no la tapemos, no la arrinconemos, pongámosla ‘en medio’ para que a través de su humanidad nos muestre la fuerza de aquel ‘bendito fruto de su vientre’ por el que ella y nosotros queremos dar la vida, decir el SI que llene de vida lo que hacemos y somos.
Los carmelitas lo entendimos desde nuestros orígenes allá por 1207. En un monte, entre unas cuevas, en un camino de vuelta de tantas cosas… aquellos buscadores de Dios pusieron ‘en medio’ una capilla a la Virgen. La convirtieron en Señora del lugar, la hicieron referencia de la perseverancia en el seguimiento de Jesús nuestro Señor. Ella fue la que nos mostró que el camino de seguir a su Hijo es un regalo, un don, y por eso cada día todo carmelita vive ‘en obsequio de Jesucristo’. Desde entonces es Señora y Hermana del Carmelo. No podemos entender nuestra vida sin ella ‘en medio’ de cada proyecto, de cada actividad, de cada vida de laico, religioso, religiosa o monja carmelita del mundo. Para cada uno de nosotros María es el medio mejor de acercarnos a su Hijo Jesús y a la voluntad de Dios para renovar la respuesta a su llamada. Nuestra oración, ejercicio para mantener una relación intima y madura con Dios, es mariana, es decir, poner a Jesús en el centro de la vida, vivirla con un sentido profundo y real de comunidad, rezar con otros. El sentido mariano de nuestra oración y vida nos impulsa como a ella a vivir cerca y comprometidos con los más pobres, con los más necesitados, con aquellos que han perdido parte de su ánimo y esperanza en este mundo enloquecido por el afán de tener. Nosotros tenemos a Maria ‘en medio’ para hacer de Jesús el centro de nuestra vida.

Justo ‘en medio’ del mes de julio celebramos la festividad de la Virgen del Carmen, la Señora del lugar, la que tenía una capilla ‘en medio’ del Carmelo, donde comenzó esta historia de seguimiento y de ‘vivir en obsequio de Jesucristo con corazón puro y buena conciencia’ en medio del mundo. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Grito de paz en medio del grito de los inocentes.

Dolor compartido

El dolor de la víctimas