Encontrarte en casa
Todos tenemos una gran necesidad de
encontrarnos con Dios. Es algo que vamos buscando desde hace mucho tiempo. Es
parte de nuestro proyecto de vida. No es algo secundario en la vida. Los
creyentes generamos actividades, momentos, propuestas que faciliten esta
posibilidad de tener una experiencia de Dios que nos haga sentir su presencia y
guardar las sensaciones que genera para poder ‘tirar de ello’ en otros momentos
de la vida. Consideramos que descubrir a Dios y encontrarse con él es
fundamental (de fundante) en lo que somos y hacemos.
Jesús de Nazaret es la mejor, la perfecta y
la definitiva manifestación de Dios (Abba) en la tierra. ‘Nadia ha visto al Padre…’ ‘Quien
me ve a mi ve a quien me ha enviado’ .Es una propuesta de cercanía, de
Camino, de Verdad y de Vida para poder descubrir a Dios en nuestra vida. Por lo
tanto la experiencia de encuentro con Dios (lo totalmente Otro) se transforma
en una experiencia de encuentro con el Nazareno, encarnado, vivo y resucitado
en medio de nosotros. Así la búsqueda de Dios que todo hombre y mujer tiene la
hemos reconducido a una relación próxima y cercana con aquel que nos llama
amigos, Jesús de Nazaret. El vive, así lo creemos, en medio de nosotros. ‘Cuando dos o más se reúnan en mi nombre
allí estoy yo’ ‘Haced esto en memoria mía’. Por lo tanto, el encuentro con
Dios se convierte en una relación íntima, madura y próxima con el Resucitado.
¿Cómo poder sentir, descubrir y gozar de este encuentro? Me remito a la Palabra de Dios: ‘cuándo a uno de estos mis pequeños los
vestisteis, acompañasteis, visitasteis, les disteis de comer… a mi me lo
hicisteis’ Así el encuentro con el hombre, con el más necesitado, es el mejor itinerario para encontrarnos
con el amigo (os llamo amigos). La
humanidad, el hombre y la mujer de este mundo se convierten en ‘lugar’ de
encuentro con Dios.
¿Dónde se puede dar ese encuentro? ¿Hay que
generar espacios singulares para ello? ¿Debemos buscar lugares y momentos de
encuentro? Creo que del todo necesario. Es útil que exista, es útil que
dediquemos momentos y tiempos para encuentros especiales, o ‘sentires’
singulares… pero quiero proponeros que ese encuentro con Jesús, el amigo, que
nos conduce a un cara a cara con Dios, que es lo que buscamos y anhelamos, se
dé en la vida cotidiana, en el día a día, en cada cosa que hacemos y en la que
participamos. Para poder acercarnos a esta realidad, a esta propuesta os
propongo descubrir qué hacía Jesús en las casas, si en las casas donde era
invitado, donde se invitaba, donde vivió con su familia, donde hacía milagros,
perdonaba, curaba, proponía, se sentaba con sus amigos a charlar, donde lloraba
por la muerte de un ser querido... Como veis nuestro hacer cotidiano. El era
amigo de sus amigos, acudía a las casas a compartir la vida, a vivir con ellos,
a estar a su lado. En los hogares dónde él se hace presente es dónde ha dejado
grandes lecciones para nuestra vida, mucho más que en los templos o las
sinagogas. Os quiero proponer que intentéis descubrir a Jesús en lo cotidiano
de nuestro hogar, de nuestro día a día, de nuestra vida. Jesús se hace el
encontradizo en una enfermedad, en un dolor, en una fiesta, en una
conversación, con unos amigos, con los que nadie quiere, en la pobreza, en la
riqueza… Lo que nos sucede a nosotros cada día. Muchos trozos del Evangelio están
llenos de momentos en las casas: Belén, con Zaqueo, con Simón el leproso, con
los niños que le acercan, con un paralítico que descuelgan, con la suegra de
Pedro, con los discípulos escondidos y asustados… La casa también para nosotros
se convierte en lugar de encuentro con amigos. El hogar, lo cotidiano de la
vida puede y debe ser lugar privilegiado de encuentro con Dios. Después de ser
echado de la sinagoga de Cafarnaun hace un milagro en la casa de su amigo y
discípulo Simón. Esa es una clave para entender la relación de amistad y cercanía
con Jesús de Nazaret, único Camino para le encuentro con Dios que anhelamos.
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