Devoción
Me lo contaron antes de salir en
procesión: los obispos franceses se han arrepentido muchas veces de suprimir
todo tipo de manifestación de religiosidad popular. La verdad es que mi manera
de entender la relación con Dios y el sentimiento religioso que de ello se
desprende, también está lejos de este tipo de expresiones y experiencias. Este
domingo tuve la ocasión de vivir, desde dentro, una de estas experiencias que
me llenó plenamente y pude descubrir que hay que ir con prudencia, descalzarse,
cuando se hacen manifestaciones sobre este tipo de experiencia religiosa que es
lo popular, la calle y la tradición.
Fue en Onda. Estamos de fiesta,
me incluyo aunque no viva allí ya que me afecta ya que estamos una
semana sin colegio .Esto tiene otro apunte que ya llegará. El domingo se
organiza una procesión con las imágenes de los patrones: San Roque con su perro,
Nuestra Señora de la Esperanza y el Santísimo Salvador. Estas fiestas no
tienen un motivo religioso en su convocatoria pero en ellas se programan tres
días con actos religiosos donde los ondenses manifiestan y cultivan las devociones
que tienen su centro en sus correspondientes días de fiesta a lo largo del
calendario. Dentro de estos actos religiosos el más significativo, según me han
contado y pude vivir el domingo, es la procesión de en la que participé. Lo
primero que me sorprendió fue el ‘run run ’de profundidad que había tanto en la
entrada de la Parroquia
de la Asunción
como en el mismo templo. Era sano, era de ilusión, era de alegría, era de
compromiso y responsabilidad… no había signos de cumplimiento vacío ni de
relleno dentro de un programa repleto de otro tipo actos. La cosa empezaba
bien. Esta sensación se mantuvo durante toda la procesión.
Quiero compartir con vosotros
varias cosas que me han ayudado a acercarme a la religiosidad popular y que
siempre agradeceré a esta procesión de Onda. En primer lugar el silencio y
profundo respeto a lo sagrado que puede ver y sentir. Pasábamos por las calles
estrechas del barrio de San Pedro, por la calle de los ángeles, por la plaza de
la iglesia de la Sangre
y la calle el Salvador… y no se oía ni un alma. Ya al salir a la plaza de la
iglesia no había comentarios, la banda formada en orden guardaba silencio y
preparaba sus partituras. No era un silencio forzado o exigido, era un silencio
no excesivo o vacío y profundamente respetuoso. Daba gusto ser participe de
esta expresión de sentimientos, el silencio en lo religioso no es alejamiento o
ausencia sino compromiso y posibilidad de encuentro.
Un segundo momento es la
devoción, respeto y atención de todos los que, sentados o de píe, admiraban el
trascurrir de guiones, personas, imágenes, sacerdotes y autoridades civiles. No
eran estatuas ni participantes indiferentes. Las lágrimas de muchos de ellos,
las miradas cargadas de oración de petición o acción de gracias hacia las imágenes
los delataban como auténticos protagonistas de la procesión. Muchos de ellos,
mayores y niños especialmente, sentían que algo especial llenaba las calles de
su pueblo. No era cualquier cosa, era la tradición, la historia y el presente del
sentimiento vertebrador de la comunidad que es la referencia religiosa, los
modelos o patronos que generaciones y generaciones han intentado imitar para
seguir a Jesucristo y encontrarse con Dios.
En tercer lugar el momento de
cantar, como una sola voz, el himno al Salvador. Llegamos el Raval de San José
y ya estaba lleno, avanzamos poco a poco. Nos paramos todos. Tenía la suerte de
estar justo a la espalda de la imagen del Salvador. Me saludó un ex-alumno que
estaba feliz, elegantemente vestido… contento por las fiestas y su trabajo en
el nuevo curso. De repente se apagaron las luces, comenzó la música y todo el
pueblo, yo creo que estaban todos allí, entonaron los primeros versos del himno
al Salvador. ‘Mostremos ondenses la fe y
el cariño…’ Era un clamor. Lágrimas, emociones, recuerdos, memoria,
presencias, respeto, mucho respeto… Esto fue una gran expresión del sentimiento
religioso… Tradición, sentimientos, fe, celebración, fiesta, expresión de
profundidad, sin dirigismos de la autoridad… Algo profundamente radical, de la
raíz de la vida, de las familias, del ser humano. Expresión de identidad de pueblo, de comunidad creyente y forjador de
futuro. ‘… que el alma atesora, que el
pueblo heredó’. Religión que convoca, pueblo que responde, fe que se mueve,
comunidad que se identifica y crea lazos de unidad… quizá esto sea la
religiosidad popular que debía descubrir.
Gracias
amigos por invitarme, recordarme mi lugar, empujarme y agradecerme, más tarde,
que asistiera. Sentí que algo mío, en lo profundo de mi vida, se estaba
llenando de Dios esa tarde. Los sentimientos enraizados en el corazón y
manifestados en lo sencillo de la condición humana (unas lágrimas, un silencio,
una sonrisa…) son máxima expresión del paso de Dios por la vida del hombre.
Comentarios
Gracias por venir, por participar, por descubrir un poco más este pueblo que ahora ya es un poco más tuyo.