Te quiero
Muchas veces nos han dicho estas dos palabras. Pensar en las personas que nos lo han susurrado o dicho nos hace descubrir que son las personas más importantes de nuestra vida. Cada uno les estamos poniendo nombre a esos ojos que subrayan o subrayaron las dos palabras cargándolas de sinceridad, que nos hicieron temblar y que erizaron los cabellos de nuestro cuerpo. Personas cercanas, cargadas de verdad, con las cuales vivimos momentos inolvidables, con los cuales todavía compartimos la vida en totalidad y para siempre, algunas se fueron y dejaron el rumor de intensidad que llevaban pegadas estas dos maravillosas palabras dichas, proclamadas y acompañadas de gestos que transforman lo que uno es cuando las escucha, siente, vive y disfruta.
Este ‘te quiero’ de Dios es renovado cada Navidad cuando hacemos memorial del portal que le vio nacer, de la ternura de una Madre que lo engendró, de una familia que lo acogió, de los humildes y sencillos que se creyeron la Buena Noticia (‘te quiero’), lo buscaron y lo encontraron. ¿Por qué dudo de tú ‘te quiero’ y busco otros cada día?
Responder a un ‘te quiero’ es el segundo paso de una relación. Un ‘te quiero’ lleva consigo otro ‘te quiero’, y otro, y otro… Un ‘te quiero’ conduce a tiempo compartido, compromiso adquirido con el otro y alegría y goce de los encuentros. Por eso la Navidad no es sólo el día de Navidad. Navidad es vivir el ‘te quiero’ de Dios cada día con el que nos encontramos, con el que vivimos, el que me abraza y el que no, el triste y el alegre, la comunidad y el solo… es respondiendo nuestros ‘te quieros’ fundamentalmente a los últimos como estamos viviendo el ‘te quiero’ de Dios.
Feliz ‘te quiero’.
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