Soledad sonora


Estas dos palabras son un verso del Cántico Espiritual, poesía de San Juan de la Cruz. Tengo que confesaros que me asusta un poco la poesía de este Santo hermano. Esa profundidad en la que te coloca crea un poco de vértigo a los que simplemente nos deslizamos por las olas de la aparente actividad frenética. Pero estas dos palabras me parecen maravillosas. Las he traído aquí porque fueron el anuncio elegido para una actividad que debería terminar hoy en Salamanca.  Un pequeño fracaso ya que no ha podido realizarse por falta de personas a las que les interesase.
Era una propuesta de interioridad, de reflexión, de ejercicio espiritual y de encuentro con uno mismo para poder preparar el fin de año de manera diferente. ¿Era el momento adecuado? Ha sido una pena. ¿No hay receptores de esos anuncios o lo hemos iluminado y presentado mal? No sé, tengo mis dudas. Estoy preocupado. ¿Será que a los jóvenes con los que me relaciono no les interesa el interior? ¿Cómo vamos a poder seguir a Jesucristo sin llegar a esa tierra interior y profunda? No sé como ayudar a llegar a esa tierra sazonada, que todos tenemos, donde la semilla del Evangelio muere para germinar y dar fruto. Quizá tenga que ser yo quien encuentre el camino de la mía para poder convertirme en guía de los que se acercan a mi. Dejar de patinar y resbalar por el día a día para pararme y profundizar. ¿La tarea, el trabajo? ¿Acaso hay mejor tarea que la de acompañar y guiar al que busca? No convocar unos días sino dedicar todos los días a ello con los que me encuentro a mi paso.
Es en la soledad donde puede sonar de verdad la llamada de Dios. Es en la soledad (encuentro con uno mismo) donde la conversación amiga y el encuentro transformador con el Otro puede y debe darse. Sólo ahí sonará y será escuchado el susurro transformador del que espera y sale a nuestro encuentro. Identificamos soledad con silencio y el Santo de Fontiveros la coloca al lado de lo sonoro, de la Palabra, de la propuesta. Es una soledad que se convierte en diálogo por la respuesta al sonido escuchado. Soledad que tras el sonido de los pasos del Amigo hace despertar de las mil monotonías diarias y veladoras, de lo que tú eres en lo más profundo, más adentro y más adelante. Es importante generar esa soledad para que se convierta en sonoro encuentro. Nuestro ejercicio es la soledad, el don de Dios es convertirla en sonora, lugar de encuentro e inicio de respuesta y compromiso. 

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