Privilegiado


Muchos, los que me conocéis personalmente, sabéis que privilegio es una palabra que uso frecuentemente. Me considero un privilegiado. Pienso que no he hecho nada para sentirme así. Puede haber privilegiados que se hayan ganado ese estatus con su sudor, su esfuerzo, su trabajo, su suerte, sus decisiones o su manera de ser. Yo creo que soy un privilegiado de la vida y en la vida y no he hecho nada para merecer esta situación.
¿Quién es el responsable de este privilegio? ¿El azar? ¿El ‘todopoderoso’? No lo sé, pero el privilegio existe.
Para mi es increíble hacer un análisis de mi situación y no salir avergonzado de todo lo que soy y tengo. Me siento mal y muchas veces busco entre mis ‘dorados’ alguna que otra ‘basurilla’ o pequeña desgracia para poder sentirme parte de este mundo que parece que está destrozado y lleno de desgracias. Por cierto, que me siento y me quiero sentir solidario y cercano a todos los que las sufren y las llevan como cargas. ¿Qué he hecho yo para merecer todo esto? No lo entiendo.
Quizá no tenga que hacer nada, viene solo. Hay personas que tenemos la suerte de nacer en un sitio, de caer bien, de poder hacer amigos, de ganarnos el pan con nuestro trabajo, de hacerlo en el lugar que nos gusta, de vivir en un lugar donde el clima es agradable, de tener un techo y alguien con quien compartirlo que te quiere, te respeta y te ayuda… Tenemos la suerte de mirar al futuro y pese a las nubes saber que tenemos paraguas para resguardarnos. Estamos aquí pero sabemos que nuestro proyecto sigue, que tenemos un sentido en la vida, que podemos seguir adelante. Hemos podido estudiar, leer, formarnos, ir al cine, pasear por una calle ordenada, saludar con la cabeza alta a nuestros vecinos, llamar a los hermanos y amigos, quedar con ellos, viajar por todo el mundo, ser acogido en cualquier lugar por alguien que es de tu familia, tener fe y saber que no estás solo, que Él camina a tu lado… Una lista interminable de privilegios.
¿Qué hacer con mi privilegio? ¿Dejarlo pasar pensando que no lo merezco? ¿Me llamarán tonto? ¿Qué puedo hacer con él? ¿Regalarlo? No sé, estoy en un mar de dudas. He pensado muchas veces disfrutarlo: vacaciones, un partido, una salida, un regalo, una comida, un ‘mirar-para-otro-lado’, un pararme, un no hacer caso, una fiesta, un placer, un hoy y basta… pero no soy feliz. No me siento bien. El privilegio es para mi uso pero yo creo que no es para mi. ¿Para quién va ser?, dice un voz en lo profundo del pozo que tengo en mis entrañas, es para ti, para ti, para ti, para ti…
No. Creo que no es para mí. Es un regalo no merecido, como todos los regalos. Quiero transformarlo en un regalo. Mi privilegio quiero convertirlo en un verdadero regalo para los otros. Abriré mi techo, abriré mi cartera, abriré mi trabajo, abriré mis estudios, abriré mi vida… para que el otro coja, use, disfrute, goce, vibré, ría, descanse, lloré… Mi privilegio mayor es poder desprenderme del propio privilegio porque es tan grande que cuanto más das, más tienes, más se multiplica, más puedes dejar que el otro pueda utilizarlo. Alguien, a quien busco desde niño, me lo enseñó.
Soy tan privilegiado que puedo regalar mi privilegio y siempre me queda para seguir regalando, nunca se acaba.
Jo… que suerte!!!

Comentarios

merleta ha dicho que…
Tienes razón: hay que reconocer que vivimos en una situación de privilegio. No nos damos cuenta o no queremos admitirlo, pero si uno abre los ojos y quiere ver, tiene que reconocer que nuestra vida es un regalo para compartir. Gracias por compartir de nuevo tus pensamientos con nosotros.

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