Cosas
No tengo muchas cosas que escribir. La verdad es que me pasan cosas que nunca sé si son merecedoras de una apunte o no. No penséis que no da vueltas la rueda, todos los días varias veces, lo que pasa es que no termina de salirme buena harina. Pero la rueda no para, no para.
Hoy he leído dos cosas sobre la Iglesia. No os asustéis, no voy a hacer una homilía, aunque bien pensado, lo que más pasa por la rueda cada día es la Palabra, es un buen trigo, da una harina estupenda y en ocasiones llena de verdad, es siempre alimento, ¿digestiva?, en alguna circunstancia es algo indigesta pero con paciencia, un par de vueltas, esperanza y dedicación va digiriéndose. He dicho que no iba a hacer una homilía y ya casi estoy en ello. Voy a aprovechar el paréntesis para sugerir la pregunta que Jesús hace a esos discípulos que le seguían. Me llama la atención que le siguen antes que El los llame, simplemente porque otro le ha señalado como alguien especial (El Cordero de Dios), hoy nos dirían algo diferente. Que curioso, son seguidores de Jesús, son discípulos antes de ser llamados, sólo porque alguien (un hombre de Dios) les señala a Jesús (¿será este nuestro problema vocacional?¿a quién estamos señalando en y con nuestra vida de hombres de Dios?). La primera palabra que reciben del Señor es: ¿qué buscáis?. No puede escribir más sobre esto. Me detengo ahí. ¿Qué estoy buscando en mi vida?. Hay que contestar, repito, hay que contestar. No se puede eludir la pregunta. ¿Qué buscas en tu vida? Yo no sé que busco. Sé que lo que me falta y lo que me gustaría encontrar un día, pero no sé si lo estoy buscando de verdad. Me falta un encuentro definitivo con él, me falta una caída del caballo como San Pablo. En ocasiones pienso si me habré caído en algún momento y no me he dado cuenta. Me falta la fe suficiente para fiarme de El cada día, cada segundo, cada momento de mi vida. ¿Qué busco? Quizá lo busque a El pero no sé cómo hacerlo, no sé dónde hacerlo… Como me gustaría poder encontrarlo una tarde y quedarme a pasar con El la noche, en su casa. Estar con El, ser con El, ser en El, ser por El. (Menos mal que no quería escribir una homilía).
Escribía que he encontrado en la prensa dos cosas sobre la Iglesia. Una de ellas en la homilía del nuevo arzobispo coadjutor de la Diócesis de Sevilla. Decía que la Iglesia tiene que ser cada día más joven, más libre, más valiente y más viva. ¿Dónde hay que apuntarse. Esa es mi Iglesia. No hay otra. Le voy a dar pistas a Monseñor Asenjo. Podía comenzar para ser más joven eligiendo obispos más jóvenes, de menos de cuarenta años como son muchos de los ejecutivos de nuestro mundo. Sería más joven si los jóvenes, que los hay, pudiesen organizar y preparar celebraciones para el resto de la comunidad (por ejemplo un encuentro del día de la familia que se organizado estos años en Madrid), sería más joven si el lenguaje de los símbolos que tanto utilizamos fuese más actual, menos inamovible. Más libre no es complicado, mayor aceptación de los que discrepan, más confianza en los que trabajan en la frontera, mayor disposición al perdón, menos hablar de cumplimientos y normas y mucho más de posibilidades, de puertas abiertas, de sitios disponibles para acoger, acompañar y aceptar, sean de la condición que sean. La libertad de aceptar la peculiaridad y singularidad de cada uno, proponer el mandamiento nuevo como norma de vida y empezar a sufrir si de verdad se les ama, en el caso que no fuese correspondido ese amor. Lo de más valiente creo que se refiere aquí en nuestro primer mundo. Más valiente en el dar, en el dejar, en el desprendimiento, en el riesgo, en el pasar frío. Dejar el poder, dar lo que tenemos, desprenderse de los privilegios, asumir el riesgo de dormir a la intemperie, pasar frío en las calles… donde se mueve la gente, donde se mueren los hombres. Mi iglesia, nuestra iglesia, es valiente cuando está con los pobres, en los países más desfavorecidos, en los lugares donde no es necesario más que la vida para poder darse. Lo de más vida es cuestión de las otras tres. Vive el que es libre, el que es joven y valiente. Más viva será si el que viene a las celebraciones sale con una sonrisa porque ha recibido algo para vivir de otra manera. La vida se recibe de el que es la Vida. Hablar de El, dejarle un sitio a El, ponerle a El en el centro. No lo nuestro, no nuestras circunstancias, no el poder, no los problemas, no las perdidas… si sus Palabras (vida eterna), si sus gestos (curaciones), si sus visitas (resurrecciones)… Sólo si El ocupa el centro de nuestra vida eclesial podrá ser viva nuestra comunidad. ¿Yo? A un lado, que viene el que puede cambiar cada corazón, cada cosa, cada hombre, cada mujer… ‘De ahora en adelante ya no te llamarás…. te llamarán…’ ‘porque me has conocido y te he dado una vida nueva’. Se me olvidaba. Esto ya lo hacen los obispos, y también lo hacemos los curas, hablar mucho de El y ponerlo como centro del proyecto del hombre, pero lo presentamos tan lejos, tan arriba, tan profundo, tan divino, tan inaccesible, tan… que no se entiende.
La otra cosa que he leído ha sido solo un titular a una entrevista Inés Alberdi una ejecutiva española de la ONU: ‘La Iglesia no sale a la calle contra la violencia de género’. Casi nada. Estoy tentado de comenzar a hacer una lista de motivos por los cuales tendría que salir a la calle la Iglesia, es decir, nosotros. Pero ya se me ha hecho muy largo el apunte de hoy. Para otro día, más cosas y esta lista.
La foto también forma parte del artículo, de las cosas que quiero compartir.
¡¡Que se paren las bombas vengan de donde vengan!!
¡¡Basta de muertes!!
Esa tierra es Santa, es Prometida, es del Señor, es Sagrada…
¡¡Basta de sangre!!
¡¡Parad hermanos, parad!!
Dales, Señor, el don de la Paz.
Hoy he leído dos cosas sobre la Iglesia. No os asustéis, no voy a hacer una homilía, aunque bien pensado, lo que más pasa por la rueda cada día es la Palabra, es un buen trigo, da una harina estupenda y en ocasiones llena de verdad, es siempre alimento, ¿digestiva?, en alguna circunstancia es algo indigesta pero con paciencia, un par de vueltas, esperanza y dedicación va digiriéndose. He dicho que no iba a hacer una homilía y ya casi estoy en ello. Voy a aprovechar el paréntesis para sugerir la pregunta que Jesús hace a esos discípulos que le seguían. Me llama la atención que le siguen antes que El los llame, simplemente porque otro le ha señalado como alguien especial (El Cordero de Dios), hoy nos dirían algo diferente. Que curioso, son seguidores de Jesús, son discípulos antes de ser llamados, sólo porque alguien (un hombre de Dios) les señala a Jesús (¿será este nuestro problema vocacional?¿a quién estamos señalando en y con nuestra vida de hombres de Dios?). La primera palabra que reciben del Señor es: ¿qué buscáis?. No puede escribir más sobre esto. Me detengo ahí. ¿Qué estoy buscando en mi vida?. Hay que contestar, repito, hay que contestar. No se puede eludir la pregunta. ¿Qué buscas en tu vida? Yo no sé que busco. Sé que lo que me falta y lo que me gustaría encontrar un día, pero no sé si lo estoy buscando de verdad. Me falta un encuentro definitivo con él, me falta una caída del caballo como San Pablo. En ocasiones pienso si me habré caído en algún momento y no me he dado cuenta. Me falta la fe suficiente para fiarme de El cada día, cada segundo, cada momento de mi vida. ¿Qué busco? Quizá lo busque a El pero no sé cómo hacerlo, no sé dónde hacerlo… Como me gustaría poder encontrarlo una tarde y quedarme a pasar con El la noche, en su casa. Estar con El, ser con El, ser en El, ser por El. (Menos mal que no quería escribir una homilía).
Escribía que he encontrado en la prensa dos cosas sobre la Iglesia. Una de ellas en la homilía del nuevo arzobispo coadjutor de la Diócesis de Sevilla. Decía que la Iglesia tiene que ser cada día más joven, más libre, más valiente y más viva. ¿Dónde hay que apuntarse. Esa es mi Iglesia. No hay otra. Le voy a dar pistas a Monseñor Asenjo. Podía comenzar para ser más joven eligiendo obispos más jóvenes, de menos de cuarenta años como son muchos de los ejecutivos de nuestro mundo. Sería más joven si los jóvenes, que los hay, pudiesen organizar y preparar celebraciones para el resto de la comunidad (por ejemplo un encuentro del día de la familia que se organizado estos años en Madrid), sería más joven si el lenguaje de los símbolos que tanto utilizamos fuese más actual, menos inamovible. Más libre no es complicado, mayor aceptación de los que discrepan, más confianza en los que trabajan en la frontera, mayor disposición al perdón, menos hablar de cumplimientos y normas y mucho más de posibilidades, de puertas abiertas, de sitios disponibles para acoger, acompañar y aceptar, sean de la condición que sean. La libertad de aceptar la peculiaridad y singularidad de cada uno, proponer el mandamiento nuevo como norma de vida y empezar a sufrir si de verdad se les ama, en el caso que no fuese correspondido ese amor. Lo de más valiente creo que se refiere aquí en nuestro primer mundo. Más valiente en el dar, en el dejar, en el desprendimiento, en el riesgo, en el pasar frío. Dejar el poder, dar lo que tenemos, desprenderse de los privilegios, asumir el riesgo de dormir a la intemperie, pasar frío en las calles… donde se mueve la gente, donde se mueren los hombres. Mi iglesia, nuestra iglesia, es valiente cuando está con los pobres, en los países más desfavorecidos, en los lugares donde no es necesario más que la vida para poder darse. Lo de más vida es cuestión de las otras tres. Vive el que es libre, el que es joven y valiente. Más viva será si el que viene a las celebraciones sale con una sonrisa porque ha recibido algo para vivir de otra manera. La vida se recibe de el que es la Vida. Hablar de El, dejarle un sitio a El, ponerle a El en el centro. No lo nuestro, no nuestras circunstancias, no el poder, no los problemas, no las perdidas… si sus Palabras (vida eterna), si sus gestos (curaciones), si sus visitas (resurrecciones)… Sólo si El ocupa el centro de nuestra vida eclesial podrá ser viva nuestra comunidad. ¿Yo? A un lado, que viene el que puede cambiar cada corazón, cada cosa, cada hombre, cada mujer… ‘De ahora en adelante ya no te llamarás…. te llamarán…’ ‘porque me has conocido y te he dado una vida nueva’. Se me olvidaba. Esto ya lo hacen los obispos, y también lo hacemos los curas, hablar mucho de El y ponerlo como centro del proyecto del hombre, pero lo presentamos tan lejos, tan arriba, tan profundo, tan divino, tan inaccesible, tan… que no se entiende.
La otra cosa que he leído ha sido solo un titular a una entrevista Inés Alberdi una ejecutiva española de la ONU: ‘La Iglesia no sale a la calle contra la violencia de género’. Casi nada. Estoy tentado de comenzar a hacer una lista de motivos por los cuales tendría que salir a la calle la Iglesia, es decir, nosotros. Pero ya se me ha hecho muy largo el apunte de hoy. Para otro día, más cosas y esta lista.
La foto también forma parte del artículo, de las cosas que quiero compartir.
¡¡Que se paren las bombas vengan de donde vengan!!
¡¡Basta de muertes!!
Esa tierra es Santa, es Prometida, es del Señor, es Sagrada…
¡¡Basta de sangre!!
¡¡Parad hermanos, parad!!
Dales, Señor, el don de la Paz.
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