Lágrimas

Para mi participar en una procesión supone más una carga que una devoción. ¡¡Que no se asuste nadie!! No quiero proponer ningún tipo de repulsa hacia esa manifestación de la religiosidad popular. Me parece bien que se realicen y que participen en ellas los que quieran. Podríamos hablar mucho qué significa participar en este tipo de manifestaciones de fe. Pero será en otro momento.
Donde yo vivo estamos de fiesta y el primer acto importante de las mismas es una procesión con la imagen de la Virgen. Muchos de los habitantes, y algún que otro visitante, esperamos la imagen de la Virgen de Gracia que, traída a hombros por un grupo de devotos desde la ermita donde está todo el año, iniciará una procesión por el centro del pueblo hasta una de las iglesias del mismo. Es un momento emocionante, cargado de sensibilidad, aplausos, gritos, danzas, ruido, fotógrafos, incienso… Las personas en las aceras de la calle, miran, hablan, susurran… Los curas intentan entonar algún que otro himno a la Madre de Dios. Un montón de cosas que todas juntas hace que nadie sepa qué hacer, qué es todo eso… La falta de cultura religiosa, cada vez más frecuente entre todos nosotros, hace que aquello se convierta en algo inexplicable. Desde fuera se ve a una serie de hombres vestidos de manera extraña que reciben una imagen de algo importante… se preguntan ¿por qué tengo que guardar silencio? ¿dónde debo atender? Mi opinión: no se sabe estar, no se entiende lo que se está haciendo o viviendo, no se explica bien el sentido de todo eso, no se respeta el momento (los mismos curas estamos hablando y nos situamos como unos protagonistas de todo aquello sin serlo ya que es el pueblo y su devoción mariana quien debe ocupar el centro).
Frente a todo esto, que puede parecer negativo, este sábado pude descubrir algo que me impresionó. Los dos momentos están relacionados con la maternidad. Que contradicción más grande en una sociedad donde según los políticos es importante hablar, legislar, consensuar… leyes para abortar. Increíble. No entiendo nada.
Un mujer joven en estado avanzado de gestación no quitaba el ojo de la imagen de la Virgen y de sus ojos no dejaban de aflorar lágrimas. Pienso que eso es religiosidad popular. Expresión pública de los sentimientos profundos, de las verdades de raíz que todos tenemos y hacerlo ante la trascendencia. Pensé qué podría estar produciendo aquellas lágrimas, eran de alegría, eran de petición, eran de dolor o de gozo después de un largo esperar o eran de responsabilidad ante lo que se acercaba a su vida. No lo sé. No la conocía de nada. Me miró, la miré, cruzamos las miradas… siguió llorando, no sonrió, volvió su mirada a la imagen, seguían fluyendo las lágrimas. Más adelante vi otras de un hombre en silla de ruedas, de una anciana sentada la puerta de su casa.
La segunda de las experiencias fue el encuentro con una amiga que desea con locura tener un hijo. Lo intenta por todos los medios. Quiere, junto con su pareja, traer a este mundo una vida maravillosa que le haga sentirse verdadera y auténtica madre. Nada más verme me sonrió y me dijo: se lo he pedido a ella que sabe bien lo que es ser Madre. Esta amiga no es muy creyente, mejor dicho, no es creyente según los cánones a los que recurrimos para definir a un creyente. La procesión, el paseo de esa imagen de la Virgen hizo aflorar en ella los sentimientos más profundos y manifestarse.
Quizá por estas dos cosas vale la pena estar, participar y organizar estos momentos de religiosidad popular. Se me olvidaba, estaba el Sr. Obispo y numerosos miembros del clero de la ciudad, participaron las autoridades civiles con el alcalde a la cabeza, también la reina de fiestas, ¿y qué?
Donde yo vivo estamos de fiesta y el primer acto importante de las mismas es una procesión con la imagen de la Virgen. Muchos de los habitantes, y algún que otro visitante, esperamos la imagen de la Virgen de Gracia que, traída a hombros por un grupo de devotos desde la ermita donde está todo el año, iniciará una procesión por el centro del pueblo hasta una de las iglesias del mismo. Es un momento emocionante, cargado de sensibilidad, aplausos, gritos, danzas, ruido, fotógrafos, incienso… Las personas en las aceras de la calle, miran, hablan, susurran… Los curas intentan entonar algún que otro himno a la Madre de Dios. Un montón de cosas que todas juntas hace que nadie sepa qué hacer, qué es todo eso… La falta de cultura religiosa, cada vez más frecuente entre todos nosotros, hace que aquello se convierta en algo inexplicable. Desde fuera se ve a una serie de hombres vestidos de manera extraña que reciben una imagen de algo importante… se preguntan ¿por qué tengo que guardar silencio? ¿dónde debo atender? Mi opinión: no se sabe estar, no se entiende lo que se está haciendo o viviendo, no se explica bien el sentido de todo eso, no se respeta el momento (los mismos curas estamos hablando y nos situamos como unos protagonistas de todo aquello sin serlo ya que es el pueblo y su devoción mariana quien debe ocupar el centro).
Frente a todo esto, que puede parecer negativo, este sábado pude descubrir algo que me impresionó. Los dos momentos están relacionados con la maternidad. Que contradicción más grande en una sociedad donde según los políticos es importante hablar, legislar, consensuar… leyes para abortar. Increíble. No entiendo nada.
Un mujer joven en estado avanzado de gestación no quitaba el ojo de la imagen de la Virgen y de sus ojos no dejaban de aflorar lágrimas. Pienso que eso es religiosidad popular. Expresión pública de los sentimientos profundos, de las verdades de raíz que todos tenemos y hacerlo ante la trascendencia. Pensé qué podría estar produciendo aquellas lágrimas, eran de alegría, eran de petición, eran de dolor o de gozo después de un largo esperar o eran de responsabilidad ante lo que se acercaba a su vida. No lo sé. No la conocía de nada. Me miró, la miré, cruzamos las miradas… siguió llorando, no sonrió, volvió su mirada a la imagen, seguían fluyendo las lágrimas. Más adelante vi otras de un hombre en silla de ruedas, de una anciana sentada la puerta de su casa.
La segunda de las experiencias fue el encuentro con una amiga que desea con locura tener un hijo. Lo intenta por todos los medios. Quiere, junto con su pareja, traer a este mundo una vida maravillosa que le haga sentirse verdadera y auténtica madre. Nada más verme me sonrió y me dijo: se lo he pedido a ella que sabe bien lo que es ser Madre. Esta amiga no es muy creyente, mejor dicho, no es creyente según los cánones a los que recurrimos para definir a un creyente. La procesión, el paseo de esa imagen de la Virgen hizo aflorar en ella los sentimientos más profundos y manifestarse.
Quizá por estas dos cosas vale la pena estar, participar y organizar estos momentos de religiosidad popular. Se me olvidaba, estaba el Sr. Obispo y numerosos miembros del clero de la ciudad, participaron las autoridades civiles con el alcalde a la cabeza, también la reina de fiestas, ¿y qué?
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