Apuntes para una homilia
Lucas (4,38-44)
En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, entró en casa de Simón. La suegra de Simón estaba con fiebre muy alta y le pidieron que hiciera algo por ella. Él, de pie a su lado, increpó a la fiebre, y se le pasó; ella, levantándose en seguida, se puso a servirles.
Al ponerse el sol, los que tenían enfermos con el mal que fuera se
los llevaban; y él, poniendo las manos sobre cada uno, los iba curando. De
muchos de ellos salían también demonios, que gritaban: "Tú eres el Hijo de
Dios." Los increpaba y no les dejaba hablar, porque sabían que él era el
Mesías. Al hacerse de día, salió a un lugar solitario. La gente lo andaba
buscando; dieron con él e intentaban retenerlo para que no se les fuese. Pero
él les dijo: "También a los otros pueblos tengo que anunciarles el reino
de Dios, para eso me han enviado." Y predicaba en las sinagogas de Judea.
Comentario
1. Jesús está con los enfermos, los toca y su vida cambia. La gente le busca, quiere estar con Él, no le dejan ni descansar. Le llevan los enfermos, los toca, los cura. Se ha terminado el Dios lejano de la condición humana. Se ha implicado de tal manera con lo que somos y hacemos que nada puede puede producir tanto cambio en nosotros como Él. María es la puerta de esta relación definitiva y para siempre. María y su sí, abre la vida del hombre al encuentro definitivo con este Dios cercano, próximo, que cura. Los enfermos le buscaban para quedar sanos... ¿Le buscas tú en tu soledad, en tu miseria, en tu dolor, en tu enfado?
2. No se esconde ante el sufrimiento del
hombre, al contrario, quiere transformar todo lo que de dolor, de mal, de
'demonio', hay en nosotros. Tan cerca quiere estar de la condición humana, de
nuestro dolor y sufrimiento, que toca a la suegra de Pedro y se cura, que impone
la manos a los enfermos y se curan. Parte
de nuestro ser es la imperfección. Somos finitos, nos cansamos, el paso de los
años nos hace descubrir nuestra finitud. Él quiere estar cerca de todo esto, no
se aleja por nuestro sufrimiento, al contrario… no lo soporta, lucha contra él, quiere alejarlo de
nuestra vida. María, como en Caná,
intercede por nosotros ante Él, nos protege de todo mal, así acudimos a ella
para que interceda por nosotros. María, la llena de gracia, no mira desde
arriba a los que somos ‘llenos de pecado’ al contrario, se acerca a nosotros y a Él para
interceder por nosotros. ¿Nos
sentimos amados por Dios en nuestra finitud, en nuestra imperfección, en
nuestro pecado…? Él no quiere dolor, ni pecado, ni muerte, ni sufrimiento del
ser humano.
3. Nuestro Dios, hecho Hombre en Jesús,
está más cerca que nunca de nosotros, quiere estar siempre a nuestro lado y por
el amor que nos tiene no soporta el sufrimiento que tenemos. Es un Dios cercano, próximo, que toca, que
siente, que escucha, que acepta, que da libertad, que espera… Nosotros a veces
lo hacemos lejano, difícil, con los ojos cargados y la mano encogida… Él tiene la mano
extendida, abierta… para recoger nuestro dolor y hacerlo suyo, para
abrazar nuestra vuelta a casa, para mostrarnos el amor como hijos suyos que
somos. María lo vivió así,
desde la incomprensión, desde la sorpresa… vivió la mano de Dios tan cerca que dijo que si, fue
tan sincera que la gracia de Dios la transformó tan profundamente que engendró
la Palabra de Dios para transformar el mundo. Nunca Dios se había mostrado tan
cercano a la humanidad que aquel día en que por María ‘acampó entre
nosotros’¿Qué hacemos para
vivir estar cercanía de Dios? ¿Nos la creemos de verdad y vivimos desde ella? ¿Lo
buscamos de verdad? El Dios cercano de Jesús de Nazaret, hijo de María, quiere
una relación personal y cercana.
4. Tres propuestas:
a. No
generar dolor a nuestro alrededor,
b. Estar
cerca del que sufre y ofrecer nuestra mano para su consuelo, para que no se
sienta solo.
c.
Buscarle con ahínco, Él quiere estar cerca, dejarle sitio de verdad para que
cure nuestro corazón.
(Pequeño apunte para la homilia del día 6 de septiembre 2017 en la novena de la Virgen de Gracia de Vila-real)
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