El nombre


Tengo alrededor de seis años. Ya voy al colegio. Desde que me acuerdo me llamaron siempre José Luis. Mis padres, mis amigos, mis profesores siempre decían: José Luis arriba, José Luis abajo. La verdad es que mi nombre no me gusta mucho, es muy corriente, hay mucha gente que se llama así, no sólo en mi pueblo sino en muchos otros sitios. Es un nombre bonito, hace referencia a San José con un pequeño matiz, Luis. Lo importante es que todo el mundo sabe quien soy. El nombre es importante y me ayuda a darme a conocer. ‘Hola, soy José Luis el hijo de….’. También me ayuda a identificarme ante los otros cuando tengo que recibir un premio o cuando merezco un castigo. El nombre es importante y por eso todos tenemos uno, y también todas las cosas. A mi me lo pusieron después de dar muchas vueltas a otros que estaban de moda: Jonathan, Carlos Alfredo…
Ahora han decidido llamarme Pepe. Todo comenzó un día en casa, a mi padre le dio por decirle a mi madre que me podían llamar Pepe. Yo les escuchaba y pensaba, menudo jaleo para nada. Yo voy a ser el mismo por mucho que me cambie el nombre. Al final decidieron cambiarlo. ‘No, ya no se llama José Luis, decía mi padre a sus amigos, ahora se llama Pepe’. Yo era el mismo, con mis problemas, con mis cosas positivas, con mis amigos, con la misma paga todos los fines de semana. ¿Qué había cambiado? Poca cosa. Me llamaban de dos maneras, ya que algunos seguían llamándome José Luis, sólo se había generado cierta confusión en el barrio y en mi familia. En ocasiones pensaba que mi padre me podía haber preguntado, que podría haberme dicho si era más o menos feliz con el cambio de nombre. Pero no. Ni un comentario. El creía que Pepe era más adecuado a mi edad, para mi entorno… y creía que con un nombre más coloquial encontraría mejor trabajo. No entendía esto último ya que tenía siete años.
Hace unos días vino un amigo de mamá y decidió llamarme Pepe Luis. ¿La razón? Muy sencilla, decía que se estaba perdiendo un nombre precioso que es el de Luis. Este amigo de mamá se llama Luis. Dijeron mis padres que tenía razón. Estaba mejor llamarme Pepe Luis, incluso dijo el abuelo que había menos Pepe Luis que ‘pepes’ y que ‘joseluises’. Ya no sé que va a pasar, cada vez se va a generar más confusión. Nadie me pregunta, nadie me pide opinión, nadie cuenta conmigo. ¿Saben de verdad estos adultos los problemas que yo tengo? ¿Conocen lo que necesito? ¿Son conscientes que los que me quieren me quieren por lo que soy y no por cómo me llaman los otros? Mis problemas son los mismos llamándome Pepe, Pepe Luis o José Luis. ¿Les interesa de verdad? Creo que no. Seguiré creciendo, seguiré luchando a mi manera para ser quien soy…. pero me podían ayudar un poco.

No os parece que pasa lo mismo con la educación o la asignatura de ciudadanía (José Luis), con los políticos (padres y amigos de José Luis)… sin preguntar, sin pensar, sin contar con nadie… Cambio de nombre, foto, ‘soy el mejor reformador’, pasaré a la historia, más bachillerato, menos bachillerato, obligatorio, no obligatorio, como en Alemania, como en… ¡¡Por favor!! Basta ya de tomarnos el pelo. Pregunten a los profesionales (profesorado), inviertan dinero, formen a los docentes, den autoridad al que brega cada día, no hagan castas en la carrera docente, reciclen obligatoriamente, inviertan en innovación, no escatimen recursos, aflojen el corsé que supone el sistema educativo actual en la ESO, hablen del esfuerzo personal como herramienta educativa y háganlo con su ejemplo…  Mil cosas antes que cambiar a el nombre a José Luis, déjenlo en paz, por favor, ayúdenle. 

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