Mesa camilla


Los que ya comenzamos a peinar canas y descubrir el  nuestro techo tenemos recuerdos de muchos encuentros alrededor de una mesa camilla. La mesa camilla es una mesa vestida. Tiene faldón y es un lugar de encuentro. Llegabas en los días de invierno y encontrabas sentada a su alrededor a las personas de la casa, del hogar: la abuela haciendo punto, la mamá zurciendo unos calcetines, el abuelo simplemente mirando su reloj de bolsillo una y otra vez, esperando que comenzase un programa de televisión más interesante que el que estaba siguiendo desde la mesa para cambiarse al sillón. Te estaban esperando y te acogían. El papá se sentaba pocas veces, estaba en otros menesteres.
Llegabas a casa y siempre había un sitio para ti alrededor de la mesa camilla. Además era una mesa que tenía truco. Tenía algo más que vestido, tenía calor, tanto arriba como abajo. En el centro de la misma había en invierno un brasero. Metías tus piernas, te cubrías las mimas con el faldón y… los píes cambiaban de temperatura ya que las brasas hacían que el frío de los mismos se convirtiese en la sensación agradable del calor. Arriba también había calor, calor de encuentro.
En la mesa se compartía la vida. ‘Siéntate, caliéntate que hace mucho frío y cuéntanos’ ¿De dónde vienes? ¿Con quién has estado jugando? ¿Tienes deberes? ¿Has visto a los primos?... ‘Esta manta es para la habitación nueva de Esmeralda’, ‘tendremos que comenzar a rallar el pan para los bolos del ‘matacerdo’. Proyectos, tareas, organización del hogar, preguntas, respuestas, deberes, silencios, escuchas, palabras… en definitiva un lugar de compartir lo que uno era y hacía, donde siempre tenía sitio. Lugar de llegada y partida después del encuentro con los tuyos.
En mi comunidad el altar es redondo, como una mesa camilla. Es la mesa de la Vida, del alimento que hace latir el corazón de otra manera. Es una mesa abierta donde siempre hay sitio para el que viene, donde el otro puede sentarse siempre. Está vestida de lo que cada uno trae para poder compartir, con eso te abrigas y te empiezas a calentar.. Él, el Señor de la casa, el Señor del hogar, siempre está esperando con el fuego encendido para romper los fríos temerosos del encuentro, los fríos de fraternidad de tantos ‘inviernos’ en los que nos encontramos. En esta mesa siempre hay una Palabra de aliento suya, pero también Él quiere escucharme. Es una mesa llena de posibilidades de diálogo y compartir la vida. La vida del Señor de la Familia, está entera para poder hacerla nuestra, la regaló un día y seguimos haciendo de ella alimento y proyecto. Nosotros con las cargas de cada día nos acercamos a la mesa para dejar peso y llevarnos compañía. Muchos días lo encuentro tejiendo una manta para calentar mi frío, para no sentirme solo, para poder salir a la calle y volverme a enfriar pensando sólo en mi, olvidando el calor de esas brasas que no se consumen: el amor del Encuentro compasivo. ‘Hazme un sitio, Señor, que me voy a sentar esta tarde contigo en esta mesa de banquete, fiesta y vida’

Comentarios

merleta ha dicho que…
¡Qué entrañable post! Me siento identificada como la niña que se sentaba en aquella mesa camilla para compartir juegos con mi abuelo, o deberes con mi hermana. Creo que es uno de los muebles que hemos perdido con la modernidad y que la suya ha sido una gran pérdida. Muy bonita la metáfora. Gracias por compartirla.

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