Misión

No es fácil descubrir cuál es la tarea principal que uno tiene en la vida. Intento trabajarlo con mis alumnos. La vida tiene que tener una tarea, un interés, una vocación, una intención, algo a realizar, una misión. ‘¿Qué misión tengo entre mis manos?’ La misión puede ser adquirida por uno mismo o recibida de otro. En este segundo caso podemos decir que nos sentimos enviados. ‘¿A qué he sido envidado yo?’ La misión suele darse según la capacidad de aquel que la recibe. No se suelen pedir peras al olmo, ni trabajo al que no hace nada, ni responsabilidad a aquel que hace de su vida un desastre. Por el contrario se pide responsabilidad al que está acostumbrado a decidir y asumir proyectos, se pide trabajo al que está más ocupado ya que sabes que trabaja, se piden peras al peral. Se le pide un puente a un ingeniero y una jugada maravillosa a un futbolista que la toca de maravilla. El que envía debe conocer bien al enviado para que no se equivoque. ‘De todo lo que tengo entre manos, ¿cuál es mi misión?’ En ocasiones escondemos la misión (seguramente porque no nos gusta) detrás de otras tareas de las que primeras: las que elegimos nosotros y para las que no hemos sido enviados. En ocasiones creemos que éstas son parte de la verdaderamente importante que es la misión. Creo en el envío que hemos recibido cada uno de nosotros. ‘¿Para qué estoy aquí?’ Repaso mis tareas, tengo una lista tremenda. Equipo de no sé qué, superior de algo, encargado de aquello, director de lo otro… ‘¿Para qué he sido enviado?’
‘¿Os habéis perdido? Yo creo que también.’
‘¿Os habéis perdido? Yo creo que también.’
Esperad un momento.
No puede ser.
Y si el envío…
Y si el envío…
No puede ser verdad
Y si… el envío no es a un hacer.
Y si el envío es a ser.
¿Os imagináis que hemos sido enviados a ser felices? '¿Qué debo hacer con todos los agobios de las tareas?'
‘No puede ser. Tenía razón mi amiga. ¿Se podrá cambiar de dirección, de lugar dónde mirar?’

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