La comunicación en la Vida Religiosa



La comunicación construye puentes entre las personas, rompe hielos y soledades, genera encuentros y deja espacio para los otros. Esta es una de las claves de la Vida Religiosa, ayer, hoy y siempre. 

Crecer en comunicación en la comunidad es interesarme por lo que el hermano es, vive, siente, piensa y propone. Dejar que se exprese y expresarme con la libertad y la verdad de saberme esucuchado. Escuchando con atención y de una manera activa se convierte en guía y compañero, al mismo tiempo hace que yo le deje sitio en mi corazón, camine con él y sepa acompañarle. 

Contar en comunidad facilita que el otro se acerque a mi, crezcamos juntos viviendo la fraternidad. El contar debe ser sincero, de todas las dimensiones de la vida, de aquello que pienso, siento, soy, deseo y hago. La verdad es el punto de partida de este compartir. No puede ser de tópicos o respuestas hechas que todos quieren escuchar. 

Los espacios comunitarios se convertirán en lugares de encuentro, crecimiento personal y comunitario si cuento y escucho, escucho y cuento, desde esta perspectiva. El diálogo, no sólo para decidir, sino para ser, para dejar que el hermano sea importante para mi. El espacio de comunicación no será específicamente la reunión comunitaria sino todo momento de encuentro, compartir, decir o hacer debe ser momento de comunicación. 

En el contar y escuchar descubriré cómo ayudar, cómo cuidar, cómo servir al otro. Este encuentro que emana del compartir la vida se convertirá en esencial para la comunidad y, por lo tanto, todo lo que la comunidad haga y proponga será espacio de comunicación. No me callo, cuento. No dejo para después, comparto. No me escondo en lo silencios sino que los lleno de vida. Si el callar no es para escuchar sino para seguir haciendo lo que yo quiero se convierte en aislamiento, en generador de sospechas. 

La oración para que sea  momento de Dios en medio de nosotros, tenemos que facilitar la comunicación con Él y con los hermanos, para que se facilite el encuentro, no sólo entre los hermanos sino de nosotros con Él. La recreación se convertirá en espacio de escucha, de alegría compartida, de contar con gozo, de vivir juntos lo cotidiano que nos envuelve. La mesa será lugar de encuentro si es el hermano el que nos convoca a sentarnos a ella y no solo la comida, lugar donde comunicar momentos y experiencias, recuerdos y nombres. La tarea compartida nos empujará a compartir los proyectos y los sueños con la necesidad de cambiar el eje del mí al nuestro. La incertidumbre que nos rodea en algún momento podrá ser acompañada, las dudas resueltas y la soledad vencida. Los sueños comunicados y contados podrán ser empujados por los otros. 

Existe también una comunicación con el entorno, con las personas ajenas a la comunidad, cercanas o no, con las que nos encontramos. La comunicación debe basarse en los mismos parámetros de todo lo anterior. Verdad, escucha, diálogo, naturalidad serán las claves de la misma. La comunidad como tal tiene que comunicar, será agente de encuentro con los otros. Para ello hay generar cauces de apertura que dejan sitio a los otros. Hay mucha bondad fuera de la comunidad, la verdad del que nos quiere y del que nos crítica nos ayuda a crecer. Esta comunicación con el otro, el entorno, el que nos encontramos en la vida, es también responsabilidad de cada uno de los hermanos. Hay que hacerla sin miedo de escuchar y de decir o proponer. Estamos llamados a facilitar encuentros que transformen desde el Evangelio, aquellos que se van a encontrar con nosotros están al otro lado de la puerta del convento, dejemos la puerta abierta para que vengan, para que salgamos y nos encontremos. Tenemos que saber que esta comunicación transforma, nos transforma, en muchos casos son bocanadas de verdadero y profundo aire fresco. 

No es crear más espacios o dinámicas de comunicación sino llenar de comunicación, verdad, y vida los que ya la Vida Religiosa ofrece y tiene. 

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