Las sandalias del pescador


No quería comentar la foto, solo quería ofrecer como reflexión parte de un artículo de Koldo Aldai que está al final del apunte. Pero estos días he escuchado crónicas sobre los zapatos rojos de Benedicto XVI, sobre el color de los nuevos, sobre dónde están hechos, sobre el significado de este cambio... No estaría mal que el nuevo Papá caminará descalzo, ante la tierra sagrada de este mundo y del corazón del hombre, de la dignidad de la persona que busca justicia, que pide respeto, que se siente solo... o como mucho con estas sandalias de la foto, sandalias de verdadero pescador de vida, pescador de la dignidad robada o pisoteada por este mundo de poder desenfrenado y movido por el deseo de riqueza desmedida a cualquier precio. Estoy cansado de tantas tonterías, de tanto análisis superfluo, de tanta política barata alrededor de algo tan normal como que una persona mayor deje de trabajar y de tener responsabilidades debido a su edad, salud o situación personal. ¿El Espíritu Santo? Si, es verdad, el Espíritu Santo... pero este necesita manos, piernas, corazón, cabeza, sentimientos... fuertes, bravos, jóvenes, preparados, con empuje. 
Benedicto XVI ha dado una gran lección a todos los que han hecho del Papa de MI  IGLESIA (lo pongo en mayúsculas por si alguno de los que estáis leyendo dudáis) una figura para 'adorar'; los que han convertido su función y lo que representa, en un culto a la personalidad propio de 'los poderes de este mundo' y muy alejado de 'el que quiera ser el primero entre vosotros que sea vuestro servidor'. Muchos de nosotros nos hemos convertido en 'madres' de los zebedeos satisfechas al tener a alguien a la derecha, la izquierda o incluso ocupando el sitio del Señor. La decisión de Benedicto XVI ha sido toda una palabra (subrayada y en negrita) para todos los que creían que era algo más que el obispo de Roma. Ha reafirmado, para mi, que ha sido un hombre con una función determinada y singular dentro de el Pueblo de Dios al que pertenecemos todos, también él, pero que la condición de bautizado le da la mayor de las dignidades, hijo de Dios, y que sólo la función lo diferenciaba en la manera de servir, en el grado de servicio pero no en el grado de dignidad dentro del Cuerpo de Cristo. Su palabra ha sido tajante: SOY HOMBRE COMO VOSOTROS, lo era ejerciendo mi responsabilidad y misión, lo soy tomando esta decisión y lo seré dedicándome a la oración por todos los hombres y mujeres de este mundo. Mi opinión personal es que esta lección es definitiva para una Iglesia que queremos que cambie, que relativice posturas, que no sea tan dogmática en el trato y relación con los hombres y mujeres de este mundo, que reconozca sus limitaciones, que parta de la humildad a la hora de la acoger y caminar con 'los de fuera', que comience a reconocer en el otro lo valioso para construir juntos el proyecto de Dios para la humanidad, que sepa acompañar cambios y procesos y comparta horizontes con otras miradas y propuestas que. como nosotros, ponen al hombre y la mujer como y en valor. Este gesto de Benedicto XVI es definitivo para esto... si no sirve para esto, ha sido inútil y se convertirá, algunos ya lo están intentando hacer, en un gesto egoísta o cobarde.  Me quedo con este detalle de sencillez y humildad... un detalle para siempre y que deseo sea comienzo de algo nuevo, de un aíre fresco en la Iglesia, mi comunidad que con gestos como este es más Templo del Espíritu que nunca. 

El objetivo de mi apunte empezó siendo este pero salio la  'breve' introducción anterior. Quizá no guste el texto de K. Aldai, pero cuestiona...Nadie dijo que debamos compartir las opiniones de los otros pero si escucharlas (en este caso leerlas)... 

Lo proclamamos por supuesto con todos los respetos: no desearíamos nuevo Pontífice, preferiríamos un hermano en Roma, falible, de carne y hueso, camisa y pantalón. Si alguien nos preguntara, quisiéramos un conocedor del humano y sus desafíos, no de la letra y las formas que caducan; un abridor de nuevos caminos, un abrazador de otros sentires, un ingeniero puenteador con otros credos. Desearíamos un hombre, una mujer en el Vaticano que día a día se preguntara, no cómo defender el imperio de la fe, sino cómo extender el principio de solidaridad universal, de fraterno amor; que en cada momento se interrogara cómo caminaría el Nazareno por las inciertas, convulsas, pero al mismo tiempo esperanzadoras, avenidas de nuestros días.
(Koldo Aldai en eclesalia)

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