Sin nada que contar



Me gustaría tanto escribir algo que pudiera recoger mis sentimientos para echarlos fuera, para compartirlos, para que dejaran de dar vueltas y vueltas en mi cabeza, en mi corazón…
Escribir aquello que me hace sentir, que me hace sentirme, que me hace sentirte… No se fácil, nunca lo es. Ahora tampoco, cansado como estoy, lleno de dudas y de proyectos, de finales y comienzos, de posibilidades y de fracasos… Así me encuentro ante dos semanas en que TÚ te haces el encontradizo en cada nota de un villancico, en la barriga de una amiga embarazada o en la felicitación inesperada de un amigo casi olvidado que te hace saltar una lágrima. Te buscaré en los encuentros sin prisas, sosegados y deseados, en las mesas vacías y las llenas, en los abrazos y las miradas de complicidad, de propuesta y de respuesta.
No sé que escribir después de ver bailar a mis alumnos, de convertir en protagonistas de gestos, de risas y aplauso a aquellos que todos los días lo son por la tristeza, el cansancio y un corsé educativo que les aprieta y ahoga. Nada sale de mis dedos al teclear en el ordenador que no sea confuso, revuelto y mezclado.
Imposible poder expresar el tamaño de las ojeras de los compañeros que con algún regalo, mal sabor de boca, desanimo o sonrisa bajan las escaleras casi arrastrando los píes, movidos por la inercia de salir y el deseo de vivir otras cosas, otros ritmos, otros encuentros… Repletos de cansancios. Contentos por el trabajo bien hecho o por lo menos terminado.
Cómo expresar los nervios de los niños, la tensión y el movimiento provocado, no se sabe si por el miedo, las ganas de salir corriendo, lo nuevo que se avecina, el consumo desmesurado... Agitación contagiosa de la prisa por lo distinto, el sofá, la familia o el parque, merendar en algún sitio o dormir con una amiga de colegio.
Me siento tocado por la mano de Dios.... ¿cómo expresarlo? Una mano generosa que me regala el Espíritu para hacerme capaz de proponer a los niños un solo mandamiento con tres protagonistas: Dios, ellos y el prójimo. Feliz de escuchar a los niños aplaudir a la estrella de nuestro equipo, la Palabra, cuando sale para iluminar la celebración y poco más tarde, tras escucharla, gritar como se debe amar: con todo el corazón, con toda la mente, con todo el ser, con toda la fuerza... Se llenaba la iglesia de luz. Me gustaría contarlo para que sintieras aquello que yo siento, aquello que yo he vivido.
No sé que escribir… 
Es viernes, son vacaciones, es Navidad... ¡¡Casi nada!!

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