Confundido



Estoy confundido. Me gustaría no estarlo y gozar de cierto sosiego respecto a este tema pero no lo consigo. Desde que escuché esta frase en una conferencia del jesuita Toni Catalá para preparar la Navidad no me la quito de la cabeza. Mi ruedademolino no deja de dar y dar vueltas… Catalá citaba a un teólogo judío del que no se transcribir su nombre.
La frase me cuestiona la manera de entender mi respuesta a la llamada de Dios. No es cuestión menor a los cincuenta años como comprenderéis… Creo que he estado cerca del sentido profundo de la frase durante toda mi vida, pero ahora que tengo la responsabilidad de educar (suena pretencioso y grandilocuente) o acompañar procesos de maduración (suena a pedagogo)… me cuestiona varias cosas que deseo compartir.
En primer lugar mi colaboración o no, y de qué manera, a una rigidez de lo estructural de Iglesia (a la que tanto quiero y por eso estoy aquí)… ¿sería mejor proponer flexibilidad, experiencia, sentimientos… y no tanto cumplimiento y ‘hay que hacer…’?
En segundo lugar mis exigencias, propuestas y sugerencias de compromiso como profesor, maestro, director a los que son mis alumnos o compañeros… ¿tendrían que estar más encaminadas al mundo, a la humanidad que a la institución eclesial sin más?
En tercer lugar mi concepto de Iglesia como organización…. ¿tiene que dejar paso a un concepto amplio de Pueblo de Dios donde la Buena Noticia y el Reino de Dios es para todos los hombres y mujeres de este mundo, criaturas de Dios?
En cuarto lugar la propuesta del Dios de Jesucristo al que anuncio… ¿tiene que ser más de Alfarero universal dador de libertad, de Pastor de un gran rebaño, de Padre de todos, de comprometido de verdad con la historia de la humanidad… que de un dios de incienso y rigidez de liturgias?

No sé... estoy confuso.
Ahí os dejo la frase… por cierto, que comparto plenamente a pesar de mis dudas.

Dios no creó la religión, creó el mundo

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