La Cruz


He comenzado unos días de descanso. Una caminata larga entre pinos y piedras. El sol en lo alto. Madrugué poco… me equivoqué. Era todo llano, la parte de subida la hice con el coche.
Llegue a una cruz en lo alto de una montaña entre Iglesuela del Cid, Villafranca y Cantavieja, a la derecha está el camino de Mosqueruela. Dos largas horas de caminar, de soledad, de silencio, de calor, pocas sombras… los demonios se defendían con la propuesta de mil tentaciones: fracasos o de egoísmo, de hacer o de pensar, volver, pararse… Pero hay que seguir, la cruz esta esperando… Ha sido el primer encuentro de estos días de descanso. No podía empezar mejor. Allí en lo alto, allí a lo lejos pero con posibilidades de ser querida y abrazada. Una abrazo, una oración, una foto… el silencio. No dejaba de miarla para ser curado de las picaduras de este mundo. A lo lejos el sonido de unos cencerros de vacas pastando, me giró y veo los cuernos de un macho de cabra hispánica… Un sol radiante y agobiante…  

Tú, Señor, has llegado ahí, yo también quiero y puedo. Quiero seguirte. Sé que la tuya es suficiente para mi curación, para la salvación del mundo. Nadie necesita mi cruz pero puedo y quiero llegar a extender los brazos para abrazar al mundo, dar la vida, dejar descubierto mi pecho para que alguien me lo parta… Quiero ser coronado por las espinas del  hoy y del mañana de lo cotidiano... Respondiendo a tu voluntad. Ayúdame a aceptar mi cruz (tu voluntad) y mirar más adentro, más arriba, más profundo cada día… ahí está el horizonte donde mirar, donde encontrarte, donde sentirte...
Tu cruz, Señor, nos hace ver la luz.


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