Callarse



Estoy un poco molesto conmigo mismo ya que sólo me salen apuntes relacionados con los políticos. Por eso no publico nada desde hace tiempo.  No consigo empezar un apunte sin que tenga auténticas ganas de escribir sobre ellos. No sé quien es el responsable de la situación en la que estamos, sólo sé que cuando las cosas iban bien (aparentemente) los que se apuntaban al éxito eran ellos. ¿Ahora?... os lo dije, no puedo escribir sin repartir estopa a estos que se autodenominan ‘servidores públicos’… ¡¡vaya manera de desprestigiar las dos palabras!! Lo veis, no puedo escribir de otra cosa. Hasta aquí, punto y final. Me voy a morder la lengua sobre este tema, sólo pido no envenenarme al hacerlo.
A veces en la vida recibes un consejo que parece muy útil: mejor callarse. La vida se complica un poco cuando dices lo que piensas, cuando escribes lo que sientes, cuando te manifiestas partidario de unos o de otros, cuando sugieres cualquier cambio. Una y otra vez el duendecillo que llevamos dentro te susurra al oído de la intimidad que te calles para que tu vida no se complique más de lo que ya está. Algún amigo dice que es mejor callarse por tu bien. ¿Mi bien? Quedarse con el parecer, la opinión, la crítica, la sugerencia, la propuesta, el matiz, la corrección… dentro de uno, genera un poso que pronto se convierte en peso.  Este consejo de callarse en ocasiones viene matizado por una máxima que no termino de entender: eres dueño de tus silencios. Siempre me he preguntado para qué quiero ser dueño de ellos. Mis silencios me hacen ser tibio ante lo que pasa a mí alrededor, los tibios son los peor valorados en el Evangelio. Los silencios no comprometen a nada, no es verdad aquello de ‘quien calla otorga’. En alguna ocasión he oído decir que vale más un silencio que mil palabras. No estoy de acuerdo, los silencios ayudan a otros a hablar pero en ocasiones son referencia para una de las excusas más utilizadas: ‘yo no dije nada’. Parece que esto es el nuevo lavatorio de manos de Pilato. Callarse, por más que se empeñen las madres o los que nos quieren, no tiene nada que ver con la belleza. Aquello de ‘calladito estás más guapo’ no es verdad. Hay auténticos maestros y maestras de la palabra que son muy guapos. La belleza en muchas ocasiones está en los discursos, en la verdad dicha y proclamada. Vuelvo por un instante a la política, sin que sirva de precedente, lo políticamente correcto es una manera de callarse, de no decir nada. También a esto quiero renunciar, también de esto quiero renegar.
Quiero decir, quiero contar, quiero expresar lo que siento, lo que soy y pienso. No puedo callarme. Deseo manifestar mi opinión, expresar mi criterio… estoy cansado de templar gaitas, de moderar mis palabras, de guardar silencios que me producen ulceras del alma. Quiero salir a la calle y decir que estoy harto de mil doscientas cosas, que me gustan los que no deben gustarme, que me siento engañado y estoy indignado por los que abusan de mi confianza, del poder o de su estatus… Quiero escribir y decir que vivir mi proyecto de vida no es decir ‘si wuana’ a todo, que por encima de quedar bien está la verdad, que decir la verdad no es ser duro, que opinar de las cosas es muy digno y loable… No pienso callarme ante los que intentar maquillarse cada mañana para esconder su cara, sus intenciones no manifestadas, hacer lo que les da la gana sin pensar en los otros… Pienso gritar fuerte que hay personas maravillosas que dan su vida sin esperar nada a cambio, que vale la pena luchar por ellas, estar con ellas, acompañarlas, abrir tu casa… Quiero decir en cada esquina que soy un privilegiado y que quiero renunciar a esos privilegios, que no me importa vivir sin una mis dos túnicas… Estoy cansado de callar, de guardar silencio, de los miedos a manifestar la verdad…
Quiero terminar con un poco de esperanza. Tengo una amiga que dice que todos mis apuntes son tristes, que rezuman demasiada tristeza, enfado o infelicidad. Hoy quiero terminar mejor. Callarse no sirve de nada cuando quieres decirle a alguien que lo quieres. No voy a callar mis sentimientos ya que es lo que cambia la vida. Deseo decirte a ti, que me lees, que eres maravilloso, que eres hijo de Dios, que el Dios de Jesucristo te quiere aunque tú no le correspondas o no le conozcas. Quiero gritar en todos los rincones de la tierra que ‘otro mundo es posible’ y que lo vamos a conseguir transformando nuestro entorno, haciéndolo más fraterno. Mi corazón está latiendo con fuerza para decir que sigo enamorado, muy enamorado… Además me voy de vacaciones, unos días de descanso… (no te quejaras, amiga, de este final cargado de optimismo)

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