Miradas



Hace poco descubrí a Nacho Celaya en el Facebook... todo un descubrimiento. Si tienes cuenta, no lo dudes... pide que te agregue como amigo. Cada día uno o dos comentarios. Acertados y próximos. De utopía y tierra al mismo tiempo. Lo he recuperado (ya lo explique en otro apunte) y ha sido para mi una suerte poder seguir 'escuchando', ahora leyendo, sus pensamientos sus reflexiones abiertas y de mirada al lado donde los que sufren, los últimos se han colocado: a los márgenes. Bendita mirada.
Le he pedido permiso para compartir en mi ventana, en mi rueda, su foto y su comentario. Os lo dejo, me ha encantado. Creo que en mi tarea de educador, acompañante de procesos de maduración en la fe, referencia (en muchos momentos poco indicada) para personas que andan buscando sentido, guía y profundidad en la vida, esta reflexión me hace plantearme ¿qué ojos y que miradas estoy educando en todos estos que me piden compañía para que puedan ver, sentir, discernir y elegir y encontrar lo que ellos y todos buscamos... la felicidad? Valorar aquello que no lleva etiqueta se convierte en algo que debemos recuperar en nuestro mundo: ni etiqueta de marca, ni de precio, ni de lugar, ni de composición... Valorar con otros ojos, desde el corazón, desde el cosquilleo del estomago, desde la emoción precipitada, desde la gratuidad del tiempo y del encuentro, desde el amor que está fundamentado en la verdad... No me enrollo más. El texto de Nacho es el siguiente:

Esa sonrisa... Esa ternura... Esa paz...
Está claro que se nos escapa algo muy importante -en este gris primer mundo- cuando perseguimos, como locos, la felicidad...
Ansiamos el dinero, el poder, la seguridad... Nos maneja la vanidad, la torpe cabeza o el juguetón corazón...
Andamos cabreados, faltamos al otro, nos molestan los niños que juegan y la gente que celebra...
Necesitamos del alcohol, de las drogas para conquistar instantes de pseudo felicidad...
Nos da miedo conocernos, saber de nosotros/as, el silencio, la espiritualidad…
No se puede llorar, no está de moda la ternura, ni lo simbólico...
Machacamos al que no es de los nuestros... Nos creemos los mejores... Ingenuos de nosotros...
Andamos agobiados, no miramos el cielo, nos obsesiona el ombligo... Consumimos todo... Hasta la amistad.
Nuestros hijos/as se esconden detrás de máquinas infernales... Y ya no saben jugar en la plaza...
Y ahora nos gobiernan los mercados, la prima, la eficacia... Los poderosos
¿Quien tiene que enseñar a quien? ¿Quien rebosa dignidad?
... Algo muy importante.. Ni siquiera lo intuimos...

Gracias Nacho

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