El racó

Hace una semana pasé dos días en un rincón (racó) especial. Además con la suerte de estar acompañado por personas a las que quiero mucho, con las que comparto muchas cosas de mi vida. Es un racó de encuentro, de silencio, de interioridad, de ir despacio, de marcar tú los tiempos y no el reloj, de las horas solamente como referencia del encuentro con Dios y con los hermanos… es un racó de germanor (rincón de fraternidad). Germanor es la palabra clave del lugar: el otro, la humildad de saber que el que viene es importante, todo pensado para el otro, sin el otro no hay encuentro, generar complicidades y relación … Ponerse al servicio y a la entrega generosa del hermano. El P. Llopis, espíritu franciscano hecho realidad y presente en este mundo desde su racó, traduce en vida y testimonio todo esto. El racó es su casa, tú casa, mi casa, nuestra casa…


De todo el fin de semana quiero recuperar una cosa para esta rueda que gira y gira. La celebración de la Eucaristía. Fue una más. No tenía nada de especial y toda ella estaba impregnada de singularidad. Nada preparado, ni el sitio, ni los sitios, ni las ofrendas ni las peticiones, ni el incienso ni los libros, ni las horas ni los tiempos… Era la vida. Sentados y de píe, escuchar y hablar, silencios y compartir, bienvenida y encuentro, pan y vino, luz y Palabra, testimonios y lágrimas, acción de gracias y misericordia, de rodillas y en el suelo... Como la vida misma. Como en una mesa compartida e importante donde siempre hay un sitio más para el que llega pase y se siente. La comensalidad expresada cada segundo. La vida como lugar de encuentro con Dios. ¿No es eso un sacramento? ¿El lugar privilegiado de encuentro del hombre y Dios en los acontecimientos de la vida? También hubo liturgia, por supuesto, pero la de la vida misma, la de la comida especial, la de la fraternidad, la de la Pascua (el paso del Señor), la del dolor y la risa, la de los proyectos de futuro y el tiempo recuperado, las de las palabras que hacen presente y recuerdan. Hubo memorial, claro que si, se hizo memoria y presencia del Señor: entrañas de misericordia, Padre-Madre, lirios y reyes, Pan compartido y presencia real, más real que nunca… Verdadera comunión en la mesa de la Acción de Gracias, de la Paz que mueve y conmueve.

Sin comentarios. No éramos multitud, tampoco estábamos en grandes tarimas, ni las cruces eran las más grandes (por lo menos las que se veían), ni había muchos curas, ni servicio de orden, ni grandes convocatorias, ni lemas impactantes, ni reivindicaciones para llenar titulares de prensa, tampoco había periodistas… Él nos convocó, Él tocó nuestro corazón, Él se hizo presente, Él hablo desde el corazón ucraniano de una joven, desde la voz entrecortada de un joven carmelita laico la hacer una ofrenda, Él nos abrazó en el momento de la paz a través de una familia, Él nos convocó a todos los que alrededor de una mesa, sencilla y llena de vida, acudimos a buscarle sin conocernos, samaritanos de la Iglesia que se acercan al pozo de agua viva, en este caso muy viva y escuchan: yo te daré un agua que no se consume jamás.

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