La ilusión continúa
La ilusión es el motor de muchas cosas en nuestra vida. Empezar un proyecto sin ella es abocarnos a un casi seguro fracaso. Es importante para levantarse de alguno de ellos y seguir. La ilusión nos hace mirar de otra manera alrededor, las dificultades se convierten en posibilidades, las dudas en búsqueda de respuestas, los grises en colores que animan nuestro caminar. La ilusión que se fundamenta en certeza es firme. La ilusión es una parte importante de la esperanza que nos guía, que forma parte de nuestra condición humana y creyente.
Si en el tiempo de Navidad que estamos terminando hay un momento de profunda ilusión es el día de Reyes. Los Magos tienen una ilusión grande, quieren saber dónde los conducirá la estrella, dónde se parará, qué pasará, cuál será su anuncio, cómo afectará a sus vidas. Saben que es algo grande, algo único, algo maravilloso. Son hombres llenos de alegría, de un deseo profundo de novedad, de cambio, de vivir algo nuevo. Esa ilusión, la tradición con los regalos, cabalgatas, fiestas… le ha pasado a todos los hombres y mujeres de este mundo a través de las sonrisas, la alegría y la inquietud de los niños en el día de Reyes. La misma expectativa, la misma ‘ansia de encuentro’ y deseo de felicidad que tienen los niños ese día la tenían los Magos en su camino.
La ilusión de los Magos es la de saber que es algo extraordinario pero cierto, la estrella brilla, se mueve y conduce a algún lugar. Esta ilusión, que nace de su búsqueda, mueve a romper comodidades, a ponerse en camino, a levantarse de los cansancios, a seguir deseando el encuentro que la luz les anuncia. Algo nuevo va a pasar en sus vidas, lo intuyen al principio y durante el camino, pero se hace realidad al llegar al portal donde se para la estrella y descubren la Luz verdadera hecha Niño, hecha historia, hecha humanidad. La ilusión se convierte en encuentro, en realidad, en proyecto de vida, en la necesidad de darlo todo. Entregan sus dones, lo que tienen y son. La ilusión de la búsqueda será y se transformará, después del encuentro, en la ilusión de estar y ser con Él.
Esta es la propuesta para todos nosotros. Después del tiempo de Navidad, después de la ilusión con que lo hemos vivido, no podemos volver a caer en las rutinas. La ilusión que nos llevó al encuentro se tiene que transformar en una ilusión de vivir con gozo nuestro ser con Él, creyentes y discípulos. Los Magos ya no eran los mismos, ‘volvieron por otro camino’, pero tenían una nueva ilusión. Nosotros, como ellos, queremos ser hombres y mujeres nuevos, queremos vivir el Evangelio cada día, queremos anunciarlo a cada paso, en cada encuentro. No perdemos ni la ilusión ni la esperanza. Mantenemos firme nuestra actitud de buscadores, estaremos atentos a la luz de ‘las estrellas’ que pasan nuestra vida, seguiremos dejándole el mejor sitio de nuestro corazón. La ilusión de la Navidad no se acaba, continúa cada día al saber que Él nos cambió la vida, se quedó con nosotros, necesita nuestras manos, nuestro corazón…
Como los Magos, que siguieron la estrella, como los primeros carmelitas que emprendieron el camino a la Tierra del Señor para buscarle, nosotros vamos a vivir nuestra ilusión de seguirle cada día en la vida cotidiana, de responder a su llamada con radicalidad, de hacer su voluntad aquí y ahora. Nuestra ilusión es vivir el Evangelio para cambiar el mundo, para que sea más justo, en paz y fraterno. No perdemos la ilusión, este es nuestro nuevo camino.
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