Días de vida
En este mes de noviembre la Orden del
Carmen celebra el día de todos los Santos Carmelitas, el catorce, y el día de
todos los Difuntos Carmelitas, el quince. Son dos días cargados de emoción,
memoria y gracia. Tienen en común celebrar la vida. Tanto en la memoria de unos
como de otros celebramos la vida, una vida de respuesta, una vida de Dios. Unos
y otros, santos y difuntos, han hecho de su vida una respuesta a la llamada de
Dios, con mayor o menor reconocimiento por parte de la comunidad. Hermanos y
hermanas que sintieron la llamada de Dios y respondieron viviendo en obsequio
de Jesucristo. Carmelitas, religiosos, monjas, religiosas y laicos, que no
dudaron en mirar a nuestra Madre la Virgen y responder su ‘hágase’, que a
ejemplo de Elías convirtieron su vida en servicio a Dios y a los hermanos.
Carmelitas que desde su condición dieron la vida al Dios de la Vida.
Celebrar todos los Santos Carmelitas es
recordar y dar gracias por aquellos que fueron testigos de Él en su vida de
cada día. No es importante el nombre de cada uno de ellos en este día, es
importante el testimonio que dieron en y con su vida de seguimiento al Señor.
Muchos de ellos anónimos entonces y anónimos ahora. En la comunidad de
Salamanca, en el patio, hay una imagen de un santo con el rostro desfigurado,
roto, que dificulta saber qué santo se quiere representar. Es todo un símbolo
de lo que celebramos este día. Hermanos nuestros fieles al Evangelio, amantes
de la Virgen, servidores de la Iglesia y la humanidad que han hecho de su vida
un ejemplo de seguimiento para todos nosotros. No importa saber sus nombres,
importa aquello que sembraron de lo que muchos de nosotros estamos recogiendo
frutos ahora.
Recordar a todos los difuntos es traer a
la memoria del corazón aquellos que ya no están con nosotros, que vistieron el
‘hábito’ carmeltia cada día y que ya su tiempo en la historia pasó.
Recordarlos es renovar nuestro compromiso siguiendo su ejemplo. Celebrar este
día es gritar fuerte nuestra fe en la resurrección y la vida. Pararnos un
momento y traer sus nombres a nuestra memoria es abrir las manos y las palabras
para hacer una petición, unirnos como comunidad para pedirle al Señor que estén
contemplando la luz de su rostro, gozando del amor de su presencia y que su
misericordia los llene. Laicos, frailes, monjas, religiosas… que compartieron
proyectos, historia, tiempo en esta tierra y que ahora la Luz de Dios los
llena.
Días de otoño pero días de vida, la que
esperamos, la entregada, la compartida, la que Él nos da.
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