Es el Señor
‘Es el Señor’ (Jn 21,7)
Quizá es muy atrevida la intención que hay
detrás de la convocatoria a los jóvenes que participan en el Campo de Trabajo
pero todos ellos están motivados por la misma. Los sueños solo son posibles si
se tienen, si buscamos lugares, formas, maneras, momentos, personas… con los
que podamos hacerlos realidad. La intención de los más de trescientos jóvenes
que han pasado estos trece años por el Campo de Trabajo de la Juventud
Carmelita del mes de agosto en la Obra Social es encontrarse con Dios, tener
una experiencia de contemplación, una vivencia de transformación, no por su
esfuerzo, sino por la mirada de Dios que los llene de la luz necesaria para ser
hombres y mujeres nuevos. Quieren ver a Dios, quieren vivir como carmelitas y
encontrarse con Dios, por esto se apuntan al Campo de trabajo. Un sueño que
quieren que se haga realidad.
En agosto del 2019 hemos participado en el
Campo de Trabajo cuarenta y nueve jóvenes que queríamos descubrir a Dios y,
como el versículo que nos convocaba, poder afirmar en medio del mundo ‘Es el
Señor’. Al final, de una u otra manera, lo hemos visto, sentido, experimentado,
sabemos quién es y que nos quiere… incluso qué rostro tiene. El evangelio que
nos convocó este año, Juan 21, 1-14, cuenta como los amigos de Jesús están
pescando, ven a alguien que se acerca, no saben quién es… sólo el discípulo
predilecto de Jesús es capaz de descubrirle y afirmar que era el Señor. El
discípulo Juan amaba con locura a Jesús, es su amor el que le abre los ojos
para pensar que aquel hombre que ven no ‘era un fantasma’ sino que era el
Señor.
El amor es la herramienta, el método y la
única manera de descubrir a Dios. El amor que Él nos tiene y que nos hace
‘predilectos suyos’, hijos, y el que nosotros le tenemos y que hacemos real y
posible en el amor a los otros. Lo sabíamos cuando llegamos el día 31 de julio:
para conseguir lo que andamos buscando y anhelando hay que amar mucho. El amor
era la propuesta en el trabajo, la vida y la oración. El amor debía ser lo que
impregnara la vida en la casa, la fraternidad construida al compartir mesa,
habitación, tarea, limpieza… El amor hecho servicio y esfuerzo, mirada y
sonrisa, comprensión y querer… cada día en el comedor o en la ‘colonia urbana’,
en Miralbueno o en la organización de la despensa. El amor era sentido y
compartido en los momentos de silencio y lectura de la Palabra de Dios, en la
revisión de la vida ante la mirada íntima de Dios en cada momento de
oración.
Cada momento de actividad, vida, oración
se convirtieron en experiencias de encuentro, en momentos oportunos para
afirmar fuerte que aquel que me mira buscando una sonrisa o intentando escuchar
un ‘hola’ sincero que le mueva por dentro… ‘Es el Señor’ Cada ayuda
desinteresada en la casa, cada cena preparada, cada risa compartida en el
porche o contemplando las estrellas de la noche… era un espacio propicio para
sentir que ‘es el Señor’ quien nos mueve. En cada lectura de la Palabra de
Dios, en cada silencio que se rompía con una acción de gracias o un nombre, con
una petición o una revisión de vida… podíamos descubrir que ‘es el Señor’ quien
nos acompaña.
Al final todos hemos descubierto que
amando y dejando que Él nos ame nos conduce a afirmar fuerte que ‘es el Señor’
de nuestra vida, de nuestro hacer… que su rostro tiene muchos nombres, que su
corazón sigue latiendo en muchas historias compartidas y vividas, que su
propuesta de un mundo más justo y fraterno sigue siendo novedosa y
urgente.
Gracias a todas las personas que nos hemos
encontrado durante este mes de agosto en cada una de las actividades, a los
carmelitas, a los trabajadores, a los voluntarios de la Obra Social...
con vosotros es posible buscarle, encontrarle y afirmar que ‘Es el Señor’.
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